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Las obras de arte hay que pagarlas

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Coyuntura vitivinícola mundial: evoluciones y tendencias
Coyuntura vitivinícola mundial: evoluciones y tendencias

¿Cuánto vale un vino?, ¿cuánto un cuadro, un lienzo, unos tubos de óleo, unos pinceles?

El precio del vino, un eterno dilema. Determinar lo que cuesta un vino es muy complicado, pero además hay que diferenciar lo que vale, de lo que cuesta.

Todos hemos oído, pensado o comentado que un vino que valga, por ejemplo, por encima de los 100 euros la botella es un disparate. ¡Ningún vino lo vale, o ninguno lo debería valer!, habremos afirmado. Y no digamos los que suben sus precios por encima de 500 o de miles de euros.

No he de tomar partido. Es muy difícil de valorar, y que cada uno puede hacerlo como estime conveniente. Al fin y al cabo, es su “obra”. Lo importante no es ponerle un precio, eso lo hace cualquiera. Lo importante es que haya alguien que lo pague, que te lo compren al precio que has puesto y, más aún, que repitan. Esta última, señal inequívoca de que al consumidor que está dispuesto a pagar tal precio le ha gustado y estima, sobretodo, que lo vale.

Es cierto que todo esto suele ir acompañado de grandes campañas de marketing y de una forma de vender planificada y estudiada. Pero con estas campañas se podrían vender una vez, no a lo largo de años y años.

Personalmente, hace muchos años era yo quien decía que ningún vino debía valer esas cantidades tan astronómicas, al fin y al cabo era el fruto de un racimo o dos de uvas. Y creía que era una temeridad, que perjudicaba al sector que se cobrara eso por un vino.

Hasta que un día tuve la oportunidad de catar uno de esos tan afamados vinos, hace ya tiempo. Recuerdo que era en una cata y me quedé encandilado, extasiado. Lo que estaba probando era algo realmente excepcional, único; una explosión en nariz y boca difícil de poder transmitir. Aún, tras muchos años, tengo ese vino grabado en mi cabeza y casi, casi, concentrándome, parece que lo puedo volver a degustar.

Dije entonces y repito ahora, que las obras de arte hay que pagarlas, que quien quiere tener un Dalí o un Picasso colgado en la pared de su casa lo tiene que pagar, así de sencillo. No es lo mismo un cuadro pintado por mí, que pintado por la mano de Goya, aunque se hayan utilizado los mismo materiales: un lienzo, unos tubos de óleo, unos pinceles y una paleta. Y eso vale poco.

¿Dónde está la diferencia? En el arte. En el don que unos tienen para crear, con esos simples materiales, una obra de arte y no un cuadro que no vale para nada.

Lo mismo le ocurre al vino. Al fin y al cabo todo viene de la cepa, de un racimo de uvas. Pero lo que cada uno sea capaz de sacar de ello es la diferencia.

Puede que estén de acuerdo con esto, pero que, por otro lado, no todos los vinos que valen mucho dinero son iguales, ni son buenos y ni mucho menos llegan a ser obras de arte.

Efectivamente. En este punto volvemos al principio del artículo donde distinguía entre lo que cuestan y lo que valen.

 

 

Javier Sánchez-Migallón  
Javier Sánchez-Migallón
Director Ediciones Albandea y El Correo del Vino

 

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