¿Vino o gimnasio?

El vino, como siempre, es alabado por unos científicos y vilipendiado por otros. Y parece el cuento de nunca acabar.

Desayunamos un día con la noticia de que una copa de tinto equivale a una hora de gimnasio, llevando al extremo el silogismo de quienes por ese motivo se consideran “atletas de élite”; y, otro, se rebaten estudios en los que se decía que es mejor consumir moderadamente vino que no hacerlo. Eso sí, siempre hablando de un consumo moderado.

Está claro que con el solo hecho de beber una copa de vino tinto en las comidas principales del día, si no lo acompañamos de una dieta equilibrada o ejercicio, no vamos a tener los mismos efectos que en un gimnasio. Eso de levantar vino en barra no es, hasta la fecha, modalidad olímpica, pero les puedo decir que consumir uvas fermentadas de forma natural puede ayudar a que nos sintamos más felices, o a que pensemos algo menos en la vida estresante que llevamos y que cuidemos un poco más nuestro corazón. Y, no lo digo yo, puesto que infinitud de galenos han hablado alto y claro sobre los beneficios de prevención de enfermedades coronarias, anti-envejecimiento y anti-estrés.

No soy médico, ni científico, pero deberíamos exigir más rigor a determinados estudios de campo en los que ahora se nos dice que los encuestados suelen mentir sobre sus hábitos de vida. Es como si preguntamos a los televidentes por su canales favoritos sin los filtros adecuados: todos van a decir que ven La 2 por su componente cultural. Eso y que se nos den más datos sobre el muestreo que se ha tenido en cuenta, las variables, etc.

Y por muchas noticias contradictorias nuestro sector es muchas veces un hazmerreír. En un país en el que nadie duda de los beneficios de los productos ibéricos tras una prueba piloto en un convento de clausura, con ventajas notables para la salud de las novicias, aquí echamos por tierra cualquier noticia sobre las ventajas del consumo moderado de vino. Y yo me pregunto si hay intereses ocultos para bombardear un producto, el vino, que sigue perdiendo consumo interno, pese a que somos el principal productor mundial.

En esta sociedad actual, en la que la primera religión es la ciencia -y si se relaciona con la salud aún más-, muchas noticias positivas sobre los efectos del vino podrían incidir directamente en el incremento de su consumo. Y ante noticias como las que han salido esta semana de que incluso la ingesta moderada podría desembocar en enfermedades graves, los científicos de FIVIN y los estamentos del vino deberían reaccionar de forma inmediata y contundente, aportando algo de luz a todo lo que nos encontramos en los medios de comunicación.

Y habría que recordar que, históricamente, el vino ha ayudado a superar muchas enfermedades, cuando, por ejemplo, en la Edad Media, no era aconsejable beber agua en muchas zonas. “La bebida más higiénica de todas las posibles”, que diría Pasteur, se merece que los propios científicos se pongan de acuerdo y que no demos un paso para adelante y dos para atrás.

Yo, por si acaso, voy a seguir bebiendo vino moderadamente en las comidas, porque, para mí, una comida sin vino es un aperitivo y porque no pueden ser malas unas cuantas uvas tratadas con cariño desde la Madre Tierra sin destilar -del daño de los destilados nadie habla…-. Como dice el refrán, “el buen vino alegra el ojo, limpia el diente y sana el vientre”. De todas formas, ya que estoy apuntado con abono familiar, también iré al gimnasio y algunas veces incluso entraré.

José Luis Martínez Díaz Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV. Artículos Relacionados