Actitud
En un mundo lleno de listos, en el que todo se trabaja “a éxito”, en el que se piden “a priori” que los candidatos se comprometan, por ejemplo, a garantizar éxitos comerciales sin conocer ni siquiera los proyectos, las armas que va a poder utilizar y sin saber si quiera si va a poder disponer de un presupuesto, todavía hay algunos directivos que inundan las redes sociales propagando su indignación porque no encuentra actitud en los Curriculums que le remiten desde las consultorías de selección.
Lo peor del caso es que desde determinadas herramientas del 3.0, las búsquedas directas o indirectas de profesionales se han convertido en auténticos mercadillos persas, donde, precisamente, se olvida que detrás de todo esto hay personas, con más o menos actitud y que el truco ese de que “un amigo mío busca a alguien para el Departamento de Marketing” está demasiado manido.
En una de esas respuestas a estos ofrecimientos a quemarropa, un miembro de una red social especializada respondía a un directivo y le instaba a perder una hora de su preciado tiempo para poder conocerle personalmente y comprobar in situ qué es lo que motiva y cuál es su forma de trabajar y de ver las cosas, sin ningún tipo de compromiso, como es lógico. En parte, el candidato llegaría a esta proposición “boomerang” con en el hastío y la certeza de que, en muchos casos, los directivos de las empresas -y las bodegas no son una isla y el escenario aún es más complicado por la idiosincrasia de los propios bodegueros- no saben ni lo que quieren y eso te lo acaban reconociendo los propios consultores, aunque su trabajo y su confidencialidad les deje de brazos cruzados.
Pero, es más, me consta que en muchas ocasiones personas allegadas a muchos directivos les hacen llegar recomendaciones sobre la actitud y la forma de trabajar de algunos candidatos, en esa línea de que la inmensa mayoría de posiciones se cubren sin que vean nunca la luz, e incluso, cuando los contactos son de peso, son capaces de generar falsas expectativas, “no vaya ser que le hagamos un feo a una persona determinante del sector” que acaban con mails impersonales donde se le pasa el pastel a otro copiándolo en la comunicación virtual. Y claro, con la decepción de la persona que se ha preocupado en recomendar y prescribir.
Como suele decirse, el movimiento se demuestra andando, y la actitud es algo que puede intuirse sólo en parte en un currículum, aunque ya bucean e indagan los consultores en tus redes sociales para escudriñar incluso tus pensamientos sobre determinadas cuestiones, aunque sigan sin poder palpar cómo es realmente un trabajador, si se emociona con lo que hace, si es resolutivo, si es un jugador de equipo o si sabe desenvolverse bien de forma autónoma, cuando es lo que se busca.
En lo que no debe caerse, en ningún caso, es en el error de mostrar en público tu desesperación “haga lo que quiera hacer conmigo, humílleme, hágame trabajar 14 horas al día y págueme mal” he llegado a leer estos días, sobre todo en candidatos que llevan demasiado tiempo sin trabajar o que entran en esa franja de edad casi maldita, en la que la experiencia y la sabiduría alcanzan una templanza que debería ser mayor.
“Prepárense los trabajadores muy formados de treinta años que vienen los de cuarenta y tantos, que son los que van a acabar imponiéndose", advertí a leer en otro comentario, como acicate de aquellos que ya no son junior y que pueden aportar el aderezo justo de experiencia en un equipo de trabajo, aprovechando las ganas y la apertura de miras de los trabajadores jóvenes y el saber hacer de los que tienen una práctica más que demostrada en el día a día.
Aunque si dejamos a un lado a las bodegas y nos vamos a la inmensa totalidad de las cooperativas, al menos las de mi zona, desgraciadamente, la actitud es no cambiar nada y dejar que salgan las cisternas sin apenas valor añadido con destino a numerosos países donde el vino español es más apreciado o adecuado para sus fines. No vaya a ser que haya que hacerles embotellar para generar un mayor valor añadido, cuando pueden tener todo empaquetado, vendido y cobrado en pocos meses para luego que se sigan quejando de que la actividad da apenas para pagar los tratamientos y las prácticas culturales que requiere la vid.
Más que actitud, reclamaría no escatimar esfuerzos para conseguir el mejor material humano, aunque como contraprestación podamos ofrecer compromiso, seriedad y un proyecto que permita hacer las cosas de forma profesional, con el tiempo adecuado de cocción y los aderezos justos, sin que sea una actividad más que desemboque en una huida hacia delante a las primeras de cambio no vaya a ser que nos tilden de querer “una bacalá gorda, pero que pese poco” o que nos tachen de no tener los dos brazos iguales.
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.
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