DOP Calatayud: Esencia de garnacha

Son poco más de 3.000 hectáreas de las que cerca de 1.800 pertenecen a la variedad garnacha tinta, la esencia de la Denominación de Origen Protegida Calatayud que, pese a su pequeño tamaño, se extiende por un total de 51 municipios de la provincia de Zaragoza en unos preciosos y, en ocasiones, heroicos parejes naturales que oscilan entre 550 y 1.040 metros sobre el nivel del mar.
Son suelos difíciles, complejos y escarpados que se extienden sobre un territorio donde las heladas y bajas temperaturas del invierno, que aquí se hace y se siente largo, pese al cambio climático, se hermanan con veranos tórridos y asfixiantes donde la actividad del cierzo blinda las cepas ante enfermedades criptogámicas como el mildiu o el oídio.

Los paisajes de la DOP Calatayud son asombrosos, bellos, diversos y dan luz y color a zonas donde es prácticamente imposible el cultivo rentable de cualquier planta que no sea la vid; aunque, en algunos casos, eso sí, la tierra ha dado oportunidad a frutales, especialmente cerezos que alcanzan, gracias a su maduración que se extiende hasta julio, un umbral magnífico de rentabilidad.
La producción de uva durante la campaña 2025/26 de la denominación ha superado los siete millones de kilos de uva, que se traducirán en unos 45.000 hectolitros, una cantidad superior a la de la campaña anterior que se quedó en 6,60 millones de kilos y 41.274 hectolitros, con algo más de cinco millones de botellas, que este año superarán los 5,50 millones.
La producción de uva garnacha acaparó cerca del 80% de la vendimia de esta última campaña con 5,60 millones de kilos, algo más de 3,50 millones de litros, mientras el tempranillo supuso cerca del 7% con 0,47 millones de kilos, con 282.000 litros y casi el 5,50% de syrah con 0,38 millones de kilos y 238.000 litros.
Las variedades blancas suponen un 6% entre macabeo y garnacha blanca, lo que alcanza los 0,42 millones de kilos, casi 265.000 litros, con 256 hectáreas de macabeo y algo menos en garnacha blanca.

En este magnífico escenario donde las vides reposan sobre suelos de gravas, margas, pizarras grises y rojas y tierras arcilloso-ferruginosas se ha celebrado por primera vez Calaterra, una jornada técnica donde se ha puesto en valor la aportación de estos suelos a los excelsos vinos de Calatayud con ponentes de primerísimo nivel.
Durante los días 26 y 27 de noviembre se han dado cita la bilbilitana Ruth Soto, doctora en Ciencias Geológicas e investigadora del CSIC; Françoise Vannier, una de las mayores especialistas de suelos del mundo y reconocida por sus investigaciones en la región de Borgoña; y Fernando Mora, Máster of Wine desde 2017 y elaborador en la zona, junto a estudiosos, periodistas e influyentes del sector.
La guinda, y nunca mejor dicho, la puso Eduardo Salanova, jefe de Cocina del hotel Estación de Canfranc, su localidad natal, donde ya llegó con estrella Michelín y la consolidó gracias a la maestría en sus fogones con una cocina aragonesa con raíces francesas, no en vano vivo muy cerca del país vecino.
Tres cooperativas lideran una denominación que se complementa con pequeñas bodegas que elaboran vinos de alta calidad. San Alejandro, con un millar de hectáreas; San Gregorio, con 900 hectáreas y Virgen de la Sierra, acompañan a bodegas como Luis Pablo Oriol, Agustín Cubero, Ateca, Augusto Bilbilis, Colás Viticultores, Esteban Castejón, La Cerrada, Langa Hermanos, La Boticaria, Raíces Ibéricas y Sommos.
Son claros ejemplos de viñedo extremo, de originalidad, de paisajes preciosos con el Moncayo nevado al fondo, con lugares idílicos como el Monasterio de Piedra, con el empuje empresarial de los viticultores que rodean la localidad de Calatayud con más de 20.000 habitantes, con el río Jalón y la influencia del Ebro. Muy cerca del Paraíso

José Luis Murcia

Periodista. Miembro de AEPEV y  FIJEV