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Una ruta enoturística por el Cerrato Palentino

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El Cerrato Palentino, con su horizonte de colinas verdes, viñedos centenarios y pueblos que parecen surgidos de un cuento medieval, se ha convertido en una pequeña joya del enoturismo.  

Con su armonía entre lo natural el Cerrato se muestra en su máximo esplendor en una primavera que muestra importancia de las bodegas tradicionales de los barrios cerrateños. La combinación de historia vino y paisajes que parecen pinceladas sobre un lienzo ha convertido esta experiencia en una ventana abierta a la riqueza cultural y enológica de la región.  

Un viaje sensorial entre historia y vino  

El recorrido puede iniciarse en el barrio de bodegas de Baltanás, un conjunto de más de 350 bodegas excavadas en la tierra, formando una red de laberintos subterráneos que atesoran siglos de tradición vitivinícola. Este enclave, que se funde con la tierra y el cielo en una postal inolvidable, es el escenario ideal para la primera toma de contacto de los visitantes con el alma enológica del Cerrato.  

La siguiente parada puede ser el Centro de Enoturismo La Zarcera, donde el aroma a madera noble y frutas maduras marca el inicio de una cata excepcional. Allí, los enoturistas pueden deleitarse con los vinos de Carreprado, conocidos por su equilibrio entre potencia y elegancia, reflejando en cada sorbo la identidad de la tierra. Junto a ellos, los de Señorío de Valdesneros, con su carácter único y notas que evocan el paisaje del Cerrato y su exclusivo ‘Amantia’, el famoso vino de hielo que ha conquistado los paladares.  

La travesía sigue a través de los anillos del Cerrato, una sucesión de senderos que atraviesan campos en flor y colinas onduladas que parecen extraídas de una obra de arte impresionista. La luz dorada de la tarde, filtrándose entre los viñedos y los campos de cereal, crea un espectáculo de colores y texturas que deja sin aliento a los viajeros.  

En Torquemada, la esencia castellana se hace palpable en sus calles de piedra y en el carácter acogedor de sus gentes. El aire fresco, impregnado del aroma de la vid y la tierra húmeda, acompaña hasta la siguiente parada en Palenzuela, una villa donde la historia se percibe en cada rincón.  

Con un casco histórico que evoca tiempos medievales, Palenzuela recibe a los viajeros con su inconfundible perfil de calles empedradas y casas solariegas. En un momento de quietud y asombro, los visitantes pueden contemplar las ruinas de Santa Eulalia, un monumento con un aura de misticismo y una arquitectura marcada por el paso de los siglos . 

Pagos de Negredo es un enclave donde la vid crece con el ritmo pausado de la naturaleza y donde el tiempo parece detenerse. Allí, entre hileras de cepas que se alzan como guardianas de la tradición,puede conocerse de primera mano el meticuloso proceso de elaboración de los vinos y la dedicación que hay detrás de cada botella. 

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