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El aceite de oliva de mi vida

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Dice el refrán que «en la sencillez está el gusto», y nada parece más sencillo, fino y elegante que un buen aceite de oliva. A priori, es fácil: el color dorado, la densidad casi perfecta, es un líquido en el que te apetecería bañarte, como una Cleopatra moderna.
Del oro líquido lo sabemos casi todo: fuente de ácidos grasos monoinsaturados que contribuyen a mantener buenos niveles de colesterol en sangre, y con elementos antioxidantes (polifenoles y vitamina E).

Pero, ¿es el aceite de oliva esencial?. Trataba de recordar en qué momento apareció en mi vida de una forma diferente a la ordinaria, es decir, sin que su uso fuera exclusivamente gastronómico.

Y, efectivamente, está tan integrado que es difícil rescatar todos los recuerdos.
Aún así, vamos a intentarlo, a ver si tenemos experiencias comunes.
Estoy en esa edad, los 44 años, en la que parece que he vivido tres vidas. El desarrollo tecnológico y digital así hace que parezca. Pero recuerdo todavía esas lámparas antiguas de aceite que tenían nuestros abuelos en la casa del pueblo, o los ungüentos de aceite que solucionaban casi cualquier problema de piel o de garganta, o incluso le daban una segunda juventud a esas mochilas de piel que llevábamos al cole.
Recuerdo un problema que tuvo mi madre en las manos, que le hizo tener la piel en carne viva y para el que ningún médico parecía encontrar el tratamiento adecuado. Al final, uno de ellos dio en la tecla recetándole aceite de oliva y unos guantes. Un remedio increíble, pero cierto.
En estos años en los que ha crecido la preocupación por la sostenibilidad, parece que recuperamos costumbres antiguas y beneficiosas. ¿Nunca habéis pasado una tarde en familia haciendo jabón con aceites usados? Es una actividad interesante, divertida, y jamás quedará nada más limpio que con estos jabones. Sirven para la ropa, para el pelo, para el cuerpo. Ah, ¡y a olvidarse de las alergias!.
Algún químico tendría que explicarme la ironía de que un jabón de aceite elimine tan estupendamente las manchas de grasa.
Yo, que he tenido la suerte de recorrer playas y montes, en vacaciones, en esos años en los que parecía que el tiempo se paraba, recuerdo también el momento de limpiar las tarteras: un poquito de aceite, un poquito de arena y a enjuagar, era así de sencillo. ¡Y qué brillo, qué limpieza!.
Y podríamos seguir… sirve para desmaquillarse, ayuda en la depilación/afeitado ya que resbala e hidrata ¡fantástico 2 por 1!. Y rejuvenece increíblemente la madera. También puede ayudar a tu gato, por ejemplo, a expulsar esas bolitas de pelo que se le generan en el estómago.

Si sigo indagando en mi camino, seguro que encontraría muchos más usos. De la cosmética al combustible, pasando por la medicina o la cocina e incluso como conservante. ¿Se te ocurre alguno más?

Desde luego, 7000 años de uso y beneficios no pueden estar equivocados, como no pueden estar los fenicios, egipcios, griegos, árabes o romanos. ¿Nuestra suerte? España es culpable del 50% de la producción mundial del alimento más importante y sano del mundo. Larga vida al oro líquido; disfrutémoslo, no todo el mundo puede usarlo tan ampliamente como lo hacemos nosotros.
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