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Vino de Cangas: superar la fama

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Vino de Cangas: superar la fama
Vino de Cangas: superar la fama

Asturias goza de una gran cultura del vino y es, además, una de las comunidades autónomas con mayor consumo per cápita de vino de España. Sin embargo, no consigue que los autóctonos consuman el vino de la única denominación de origen con la que cuenta: la Denominación de Origen Protegida Vino de Calidad de Cangas.

Al preguntar a varios asturianos fuera de la zona de Cangas de Narcea, epicentro de los ocho municipios donde se elabora el Vino de Calidad de Cangas, las respuestas siempre giran en torno a una misma tendencia: “no lo conozco demasiado, pero no tiene fama de ser muy bueno”.

La mala fama de antaño, el precio, las etiquetas fraudulentas y el poco reconocimiento de este vino por parte de los asturianos, en general, son algunos de los obstáculos que tiene que vencer esta Denominación de Origen Protegida, desde que se reconociera en 2008. Y es que, según cuentan desde la DOP “los vinos de Cangas parten de menos diez. No sólo tenemos que demostrar la calidad, sino que tenemos que luchar contra el mito de la mala fama”.

Para ello, llevan más de diez años mejorando los procesos de elaboración. Desde que en 2001 se reconociera la denominación "Vino de la tierra de Cangas", lo cual situó a estos vinos dentro del grupo de Vinos de Mesa con Indicación Geográfica, el trabajo tanto en viñedo como en bodega ha sido constante.

A finales siglo XIX había miles de hectáreas dedicadas al cultivo de la vid, pero ahora mismo el número está lejos de las 100. Durante la explotación minera, el número de viñedos descendió, pero la gente seguía produciendo vino para consumo propio. Ante la falta de viñedo, algunos compraban la uva fuera, una actividad que a día de hoy está prohibida si se quiere pertenecer a la DOP.

A pesar de ello, algunas bodegas siguen desarrollando ese tipo de prácticas y llaman a su producto “Vino de Cangas”; un contratiempo más que tienen que vencer desde la Denominación de Origen.

Los viñedos de la zona se encuentran en encrespadas laderas con una inclinación de puede superar más del 60%, característica que dota a esta viticultura con la clasificación de “heroica” por CERVIN (Centro de Investigación, Estudio, Salvaguarda, Coordinación y Valorización de la Viticultura de Montaña). Los suelos son pizarrosos y el clima se caracteriza por muchas horas de sol y menos lluvias que en otras partes del Principado. En estas condiciones se cultivan solo uvas autóctonas. A estos lares no llegó la moda de plantar variedades mejorantes por lo que podemos encontrar: albarín blanca, albillo y moscatel de grano menudo en variedades blancas; y albarín negro, carrasquín, verdejo negro y mencía en tintas, principalmente.

Antaño se plantaban las parcelas por monovarietales, pero según se moría una planta, se sustituía por otra, sin controlar de qué variedad era. Esto ha llevado a un laborioso trabajo de clasificación individual de viñas, por colores, para poder vendimiar según variedad, y no mezclarlas durante la recogida.

“Un sistema muy rudimentario pero eficaz” afirman desde la DOP, “según se camina por los viñedos, se pueden observar etiquetas de colores que identifican cada variedad. Podríamos haberlas sustituido por otras de la misma variedad que la mayoría de su parcela en cuestión, pero quisimos mantenerlas”.

Además, las mejoras en el viñedo han pasado también por la formación y reeducación de los viticultores a través de cursos, igual que ha ocurrido en otras zonas de España. “Antes cada uno hacía lo que buenamente sabía, no se despalillaba, se vendimiaba con sobremaduración, etc. Ahora nos han enseñado a corregir todos esos errores”, comenta Antón, dueño de las bodegas Antón Chicote,  viticultor de la zona con tantas generaciones de viticultores en su árbol familiar, que no sabría determinar el número de generación que ocupa él, dentro de esa lista. Un viticultor reconvertido y convencido con reconocimientos internacionales en sus vinos, quien, además, critica a los que siguen con prácticas como la de comprar uva de fuera y etiquetar sus vinos como Vino de Cangas: “hay bodegas que están fuera de la línea y no respetan las señales”

La vendimia se realiza a mano, no hay casi mecanización, pues las condiciones orográficas no lo permiten. Si bien, los nuevos viñedos se han plantado en terrazas, en lugar de en ladera, como los más antiguos de unos 80 años, para poder trabajar mejor la viña.

Esta nueva mentalidad a la hora de trabajar la viña ha calado entre los viticultores más veteranos, pero también ha llamado la atención de las nuevas generaciones. Incluso aquéllas que habían emigrado a las ciudad y que, ante la situación de crisis actual, vieron con buenos ojos volver a trabajar las viñas de los abuelos. “Hace falta que venga gente a trabajar de nuevo las viñas”, comentan desde la DOP, “sin duda, el deseo así como la posibilidad de hacer vinos de calidad es un incentivo para volver, es una forma de generar empleo, una salida para reactivar la economía de la zona”.

Otros viticultores jóvenes nunca se fueron, sino que son ya la tercera generación dentro de la familia y han adoptado desde el primer momento las técnicas necesarias para lograr en la viña la máxima calidad de las uvas. Como es el caso de José María Martínez, agricultor perteneciente a la Asociación de Productores y Elaboradores del Vino de Cangas (APROViCAN), que desde hace diez años luchan por recuperar el viñedo de la zona.

Sus viñas se extienden a lo ancho de una ladera y se pierden en lo alto de la montaña donde empieza a desplegarse un espeso bosque. 

Al pasear por sus parcelas, a pocos días de la vendimia, se observan las hileras de vides, en espaldera, con franjas en verde o morado formadas por los racimos maduros que José María ha dejado limpios de hojas y expuestos al sol para terminar su maduración. “Cualquier cosa que hagas a la planta, la viña lo agradece. Son muchas horas, pero esta es mi recompensa”, confiesa mientras termina de perfeccionar la imagen de las viñas quitando algunas hojas secas.

Todos estos cuidados sobre el terreno continúan más tarde en bodega, donde se obtienen vinos con cierta acidez, aportada por las características de las uvas utilizadas. Antes, confiesa Martínez, “el paisano hacía el vino como mejor sabía o podía y le sabía a gloria porque era él quien se lo había trabajado. La gente cuando opina hoy de los vinos de Cangas opina de aquel vino, no del de ahora. El de ahora es mucho más afrutado y menos ácido”.

Aunque la acidez sigue estando presente ya que es una de sus características, además de los tonos minerales y afrutados en nariz. “Los tintos, por ejemplo, son perfectos para tomar con comidas contundentes como una fabada, te limpian la boca”, recomiendan desde una vinoteca de la zona y continúan “sí, son vinos ácidos, pero no puedes esperar que sepa como uno de Castilla o Rioja porque son uvas y lugares diferentes. Aunque, eso sí, la acidez actual está mucho más corregida que antes.”

Como ha ocurrido en otras zonas vinícolas, se han perfeccionado técnicas y se ha puesto de relieve la importancia de los cuidados en los procesos de elaboración para obtener vinos de calidad. “En los último 10 años, los vinos han mejorado muchísimo”, afirma el Juan Manuel Redondo Redondo, presidente del Consejo Regulador y responsable de Monasterio de Corias, que en origen fuera la bodega del monasterio homónimo, hoy convertido en Parador.  “Una vez prueban el vino les gusta, repiten, y es el cliente quien lo demanda al hostelero. Es el cliente el que está descubriendo la calidad de nuestros vinos”.

Las mejoras aún están enturbiadas por la mala fama, por lo que ciertos consumidores se quejan del precio, o más bien de la supuesta descompensación en el binomio calidad-precio. Sin embargo, Redondo afirma que el precio de los vinos oscila entre los 5 y 15 euros, un precio que considera asumible y dentro de la media. Además, puntualizan que las condiciones de trabajo y la baja producción justificarían el precios, pues es una zona vinícola que no puede apostar por la cantidad, aunque sí, y eso pretenden, por la calidad.

Si bien los asturianos no consumen demasiado estos vinos, sí lo hacen turistas y extranjeros. Parte de la producción se exporta y, dentro de Asturias, los que más lo demandan son los turistas. La gente de fuera, aseguran desde la DOP, viene sin prejuicios, lo cual se comprueba al tomar un vino en alguno de los locales de Cangas de Narcea, donde es fácil escuchar cómo se pide un vino de Cangas con acento foráneo. La tendencia actual son los vinos monovarietales de carrasquín, albarín blanco o verdejo negro entre otras. Al ser uvas autóctonas, son un gran atractivo para quienes se acercan a los vinos de Cangas, pues ofrecen la posibilidad de degustar variedades que no se encuentran en ninguna otra parte.

En la zona, entre los lugareños, parece no calar demasiado su consumo, tal vez por ello, los vinos de Cangas sólo puedan adquirirse en tiendas especializadas en productos de la tierra, más turísticas, y no así en supermercados, donde, por otro lado, se encuentra sin problemas la bebida asturiana más conocida: la sidra. Mas no entra en competición con el vino, por ser productos con ámbitos de consumos diferentes.

Así, el Vino de Calidad de Cangas se encuentra inmerso en un contexto en el que la cultura del vino existente así como las innovaciones y conocimientos aplicados por la DOP para lograr un vino de calidad podrían ser una gran baza a su favor, pero las reticencias y el mal recuerdo de sus paisanos provocan que, de momento, este producto sólo pueda mirar allende sus tierras.

 

 

 
Susana Molina
Periodista

 

Susana Molina

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