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Consumo de vino: contra el talibanismo, pedagogía

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Botellas de vino

El pasado 14 de diciembre, el telediario de las 3 de la tarde de la 1 de RTVE nos sorprendía desagradablemente con una noticia, firmada por su redactora Lucía Pérez Sanagustín, en la que se calificaba al vino como “la droga legal más consumida en España”. En un momento, 561.000 viticultores, 428.000 empleados de bodegas, además de sumilleres, enólogos, ingenieros agrónomos especializados en viticultura, hosteleros, periodistas y críticos especializados en vino, organizadores de ferias y eventos, editores y transportistas pasábamos a convertirnos, en un momento, en narcotraficantes “legales” que inundan de “droga” millones de hogares, restaurantes, bares y centros de ocio. Alucinante.

El vino, según la propia legislación española, es un alimento que forma parte indisoluble de la Dieta Mediterránea

El vino, según la propia legislación española, no es una droga, ni legal ni ilegal, sino un alimento que forma parte indisoluble de la Dieta Mediterránea, ejemplo en el globo terráqueo de una nutrición equilibrada y alabada por la mayoría de los países del mundo.

El ataque no es nada nuevo y obedece, en general, a una campaña claramente orquestada por determinados lobbies de bebidas analcohólicas, integristas de lo sano y saludable, algunos médicos que, como José María Aznar con el catalán, solo beben, y cómo, en la intimidad; autoridades de la Organización Mundial de la Salud (OMS), esos que no vieron venir la covid-19, y que atacan sin piedad a la carne roja o al vino, según les venga en gana, y políticos, en su mayoría de ascendencia y educación anglosajona, que no saben cómo atajar el alcoholismo en sus países y optan, como en la fracasada Ley Seca estadounidense, por el prohibicionismo.

El vino es cultura y forma parte de la nuestra desde tiempos inmemoriales. Ha convivido con distintas civilizaciones y es claro sostén de nuestras raíces judeo-cristianas, además de haberse consumido y alabado durante buena parte de la dominación árabe. Recordemos, a este respecto, las palabras del médico y alquimista iraní Avicena, que vivió en los siglos X y XI: “El vino es el amigo del sabio y el enemigo del borracho. Es amargo y útil como el consejo del filósofo, está permitido a la gente y prohibido a los imbéciles. Empuja al estúpido hacia las tinieblas y guía al sabio hacia Dios”.

El vino no es «la droga legal» más consumida en España, pues el consumo de cerveza es muy superior.

El vino no es la “droga legal”, tal como afirmaba la redactora de RTVE, “más consumida en España” sino que la cerveza, otra “droga legal”, alcanza más de 52 litros por persona y año, según Cerveceros de España, mientras el vino, según la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) llega a los 27,8 litros dividiendo entre los españoles que tienen más de 15 años, tal y como aconseja el Índice de la ONU en la elaboración de estas estadísticas.

El sector del vino genera de forma directa 6.500 millones de euros anuales, 2.700 millones correspondientes a la exportación, y acapara empleos directos e indirectos cercanos al millón y medio de personas. Las visitas enoturísticas superan los tres millones de personas y más de 15 millones de visitantes extranjeros vienen anualmente a España a realizar turismo gastronómico, sector del que el vino forma parte importante.

El sector del vino genera de forma directa 6.500 millones de euros anuales en España.

Ocupa cerca de un millón de hectáreas, que son parte importante de nuestra masa forestal. Y los viticultores españoles no solo contribuyen a crear riqueza con la elaboración, venta y exportación de vino, sino que ayudan a fijar población, favorecen la captura de CO2, luchan denodadamente contra el cambio climático y evitan la desertización paulatina de nuestros pueblos.

Somos los primeros en estar contra el alcoholismo y contra la conducción después de consumir vino. Somos partidarios del consumo moderado de vino y del disfrute de un producto que es, ante todo y, sobre todo, hedonismo en estado puro. Pero eso sí, somos, en general, decididamente partidarios del lema “prohibido prohibir”. Y también de hacer pedagogía contra el desmedido talibanismo integrista de algunos.

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