Cómo nos cambian las caras
Leí hace unas semanas una curiosa noticia en un diario nacional que hablaba del proyecto «Wine Proyect» del fotógrafo Marcos Alberti.
Se trataba de invitar a gente a su casa, charlar, comer, beber vino y hacer fotos. Con cada copa que bebían, él tomaba una foto. Así hasta tres copas. El primer click lo hacía nada más llegaban, con el estrés del trayecto, o bien cansados después de un día completo. Las otras tres fotos se hacían tras cada una de las tres copas de vino. El resultado es una secuencia casi en movimiento de cómo la alegría entra en cada persona.
Según el fotógrafo, el origen de esta secuencia de fotos es de una frase: "La primera copa es la de la comida, la segunda la del amor, y la tercera la de la confusión". Así que el propio Marcos quiso comprobarlo, aunque todo empezó como una broma, el resultado ha sido muy divertido. Lo bonito es que el artista juntaba a personas de diferentes áreas como la publicidad, la música, la arquitectura, la moda y el arte. Conforme pasaba el rato, la vergüenza se perdía. Al final de la tercera copa, las risas, o mejor dicho las carcajadas, salían solas.
Si te pasas te lo pierdes, pero disfrutar del vino con moderación es algo muy saludable. El carácter social que imprime el vino hace que, aunque nuestro hígado trabaje de más, nuestra alegría y las risas que se comparten con nuestra gente, nuestra vida sea más saludable. Estrechamos lazos y nos queramos más. El vino de calidad, el vino que te gusta, te hace experimentar la sensación del sabor y la conversación con otra persona.
Viendo este reportaje me he acordado de una cosa que me contaron hace tiempo. Me hizo gracia, y eso que era una majadería que nos contó un profesor en la universidad. Nos dijo que en la época romana, los problemas políticos se resolvían en las bacanales (fiestas en honor al dios Bacco). Sin embargo, Alejandro Magno era abstemio y por eso siempre se peleaba con todos. Una disertización hecha muy a la ligera, pero me resultó muy cómica la escena que se reflejó en mi cabeza. No es la mejor manera de resolver un problema. Nunca invitaré a nadie a que beba alcohol para resolver un problema. El vino hay que tomarlo para disfrutarlo, y con los problemas resueltos.
Pero eso de dar homenaje a Bacco, ¡se me antoja!
Arturo Blasco
Enólogo
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Licenciado en Enología.
Master en Dirección de Marketing y Ventas.
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