Todos somos más guapos con mascarilla

Desde hace unos meses, estoy conociendo gente nueva, con la mascarilla puesta. Tras verlos de continuo con ella puesta, me resulta difícil reconocerles cuando, al aire libre, se la quitan. Algo que es normal, pero es que a todos los imaginaba más guapos; no me he encontrado con ningún caso contrario. Curioso.

Uno imaginaba a un famoso emprendedor como enfant terrible, rompedor, imaginativo, buen comunicador, enólogo que “odiaba” la enología. Vaya, parecía más guapo. Pero cuando aparece en público apoyando un proyecto disgregador, de origen y planteamientos políticos, permitiéndose denigrar las uvas de un pueblo para defender que las del suyo son la pera, pues ya no parece tan guapo, se le ha caído la mascarilla.

«Pero cuando aparece en público apoyando un proyecto disgregador, de origen y planteamientos políticos, permitiéndose denigrar las uvas de un pueblo para defender que las del suyo son la pera, pues ya no parece tan guapo»

También me parecía más guapo aquel chaval cuyo abuelo levantó una bodega de cosechero para defender el precio de su uva; su padre compró unas barricas y luego una pequeña embotelladora y se buscó la vida para vender sus vinos embotellados. Además, hizo el esfuerzo de mandarle a estudiar a Burdeos y luego de prácticas a Nueva Zelanda. A la vuelta, lejos de aplicar conocimiento y espíritu innovador propio de tierras tan lejanas, se puso a hacer vino en tinaja, como su abuelo, y además quería etiquetar su vino como vino de pueblo y luego de parcela singular, y lo consiguió. Como no vendía un colín despotricó contra el corsé de su DO y se sumó a la revuelta buscando la subvención.

A lo mejor va a ser que no sabe contactar con el consumidor, como reconocía en público -mientras menospreciaba al señor maduro que, en la Fiesta del Vino de su pueblo, le pedía una copa de criancita- ¡Qué horror!

Ese cliente que durante cuarenta años se ha dejado las perricas consumiendo vinos de su familia ¿por qué no cae rendido ante sus irreconocibles vinos? Macho, ponte otra vez la mascarilla, sé humilde como tus ancestros, trabaja para dar placer al cliente y respeta el legado de décadas. Luego, si quieres hacer vinos para tí hazlos, no te cortes, pero si no los vendes no llores.

«sé humilde como tus ancestros, trabaja para dar placer al cliente y respeta el legado de década»

Otro guaperas embozado es el que tiene dos bodegas. Habla mucho de la guay, trata de lujo a comunicadores y Masters of Wine, y su fondo de comercio son los que andan en los pasillos por las ferias, los clubs de winelovers (antes llamados enófilos) y lo que coloca a los enoturistas (que son los únicos que pagan) tras venderles una “experiencia gastroenológica” excepcional. Ahora bien, también tiene su bodega clásica, con sus vinos de estilo, una marca bien posicionada en hostelería y luego ya, si acaso, el otro 65% de la facturación es de “marcas privadas” de la gran distribución –que para algo me asesora el mismo Master of Wine que asesora a los compradores-. Círculo cerrado y mascarilla caída.

Otro que pierde belleza y más cuando se permite el lujo de pontificar contra las grandes empresas que venden “vinos sin alma” y manejan el Consejo. Es que son su competencia en la única área de negocio que da beneficios.

«los grandes también descubren sus defectos cuando se publicitan con un tío empujando una barrica»

Y los grandes también descubren sus defectos cuando se publicitan con un tío empujando una barrica o unas imágenes y unos eslóganes más propios de un garito biodinámico que de una gran empresa pujante e innovadora, con un plantel de profesionales de primer orden. También a estos les sienta bien la mascarilla.

Y a mí, por supuesto. Me la pongo no sin antes desearles una muy Feliz Navidad y un 2022 con normalidad de la normal.

Javier Escobar de la Torre

Consultor y enólogo
Enólogo que escribe a ratos sobre los temas de los que sabe algo, o eso creo.