Los poderes fácticos

Cada día estoy más convencido de que parte de la situación actual del mercado del vino, a pesar de que se indica una leve subida en el consumo nacional, obedece a los intereses de grandes bodegas, que no quieren que se les rompa la sólida estrategia de marca que han creado en los últimos años y que se aseguran su “status quo” con las cuotas de pode

Muchas de las grandes marcas que podemos ver en los lineales tienen un gran potencial, más allá de la indicación de calidad de procedencia, lo que se agrava con el hecho de que numerosos grupos bodegueros tienen centros de producción en diferentes zonas para exportar su modelo de gestión y de negocio. En este punto, es lícito que, como es lógico, traten de publicitar sus marcas, aunque es sintomático el hecho de que en algunas denominaciones nunca hayan prosperado campañas genéricas de promoción o lo hayan hecho sin dejar poso alguno en la opinión pública.

Es más, los grupos con presencia en diferentes denominaciones utilizaban discursos diferenciados en cada territorio, algo que, por lo general, han dejado de hacer mostrando sin pudor su amplio “port-folio” de producto de vinos regionales y renunciando, en parte, a sus orígenes. Es como si ya no quisieran que se les identifique con el lugar en el que se asentó el proyecto bodeguero inicial, porque puede denotar “modernidad” y empuje empresarial, sin olvidarnos de que en diferentes zonas algunos proyectos de éxito están ligados a la venta de vinos de dudosa calidad en sus inicios.

Dentro de estas “luchas de poder”, parece que la DOC Rioja, institución sobre la que ha girado la legislación vinícola durante décadas según los expertos, ha dejado paso a Castilla-La Mancha, que ha reivindicado el hecho de contar con más de la mitad del viñedo nacional y que ha cimentado iniciativas como FENAVIN, aunque en este caso el mérito es de la Diputación de Ciudad Real. Claro que vendiendo año tras año 355 millones de botellas se pueden permitir el lujo de, aparentemente, dejar el testigo a otros, en una posición en la que son marca y un perfecto engranaje que supieron autorregular todos los sectores a una.

En Castilla-La Mancha se les llena la boca a los políticos hablando de la balanza comercial que reporta el vino a su economía y que, en mi opinión, no es más que la lógica evolución de unos territorios en los que hay muy buena calidad, magníficas condiciones y buenos profesionales. A modo de ejemplo de que se pueden hacer las cosas mejor, en la zona que tengo más a mano, la DO Valdepeñas, ¿Cómo es posible que un Comité de Gestión apruebe el desarrollo de una acción genérica en centros comerciales, cuando en esa gran superficie en concreto las referencias que se venden de la DO se cuentan con los dedos de la mano, dejando a un lado la marca blanca? Y digo yo, ¿no se podría haber pactado una venta de los vinos de todas las bodegas?

Además, hablando de la generalidad, los cargos de las instituciones nunca pueden aprovecharse de los mismos para sus intereses o para las empresas a las que representan, porque no seríamos unos dignos representantes. No se puede estar en misa y repicando o defendiendo a instituciones y que muchas firmas que están presentes en estos órganos en toda España se sienten a dialogar con los viticultores, al tiempo que se estudia la compra de barcos cargados de vino desde el Cono Sur para poder competir con los precios que les exigen las grandes cadenas nacionales e internacionales de Distribución Moderna.

Pese a lo anterior, creo que el camino está en crear valor añadido y huir de los graneles como de la peste ahora que podemos, a pesar de las luchas de intereses que siempre hay. Claro que luego están, como siempre y aunque no se vean como el hampa, los poderes fácticos…