Varietales ¿el vino de los consumidores vagos?

Hace muchos años un experto en mercados internacionales, hablando de los nuevos mercados, decía “el consumidor es vago, le resulta más fácil recordar 15 o 20 variedades con un sabor reconocible que los cientos de regiones, reglamentos y categorías de los vinos europeos”.
Y era cierto. Cuando países esencialmente importadores se convirtieron en productores plantaron unas cuantas variedades –casi todas francesas- de supuesto “gusto internacional”. Basándose en un marketing tan agresivo como eficaz, los países del Nuevo Mundo revolucionaron el mercado del vino pasando a ser exportadores. Tras ellos fueron los productores tradicionales.
Esto creó una competencia feroz, bajadas de precio, cambios en la moda, la aparición en el mercado de diferentes variedades, más originales y asociadas a una zona. Todo esto apoyado en influencers y líderes de opinión que demandaban novedades sobre las que pontificar.
La reacción de los nuevos productores fue la adopción de algunas variedades como propias, así se asociaron Syrah-Australia, Malbec-Argentina o Carménère-Chile. En definitiva, cuando determinados mercados se convirtieron en una jungla, se intentó evitar la competencia buscando la diferenciación y, en cierta medida, volviendo a la asociación vino-origen.
"El marketing emocional y el interés por el vino de la millennial generation hacen que los productores necesiten más libertad para poder plasmar en sus productos su historia, su tierra o su personalidad"
Y ahora ¿dónde estamos? Pues volvemos a los clásicos. El mercado busca vinos originales, asociados a una región, una familia o una historia. El marketing emocional y el interés por el vino de la millennial generation hacen que los productores necesiten más libertad para poder plasmar en sus productos su historia, su tierra o su personalidad. En este contexto, mezclar, como se hacía tradicionalmente, diferentes variedades, jugar con los periodos de crianza y buscar nuevas formas de elaboración más respetuosas con el medio ambiente son una necesidad.
Los consumidores ya no son vagos, quieren saber, conocer y probar cosas nuevas, no desean vinos clónicos y aburridos; viajan, visitan bodegas. El consumo de vino es una experiencia divertida, desenfadada y placentera. En consecuencia The Art of Blending Wine, el curso profesional e intensivo centrado en la técnica del blending, que tendrá lugar los días 20 y 21 de noviembre, en el contexto de la World Bulk Wine, en Amsterda, está de plena actualidad.
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Químico Industrial y Enólogo
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Consultor y enólogo
Enólogo que escribe a ratos sobre los temas de los que sabe algo, o eso creo.
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