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Los Medalleros

El 30 marzo, 2016

Coyuntura vitivinícola mundial: evoluciones y tendencias

La lluvia de medallas otorgadas por concursos, catas, colectivos es continua.

Ahora cualquiera organiza un concurso y se lía a dar medallas. Aunque no va este artículo contra los concursos, ni contra las medallas, y mucho menos contra los vinos.

Parece que hoy día si no tienes una medalla, no eres nadie en el mundo de los vinos, y si tienes varias mejor. Los premios y reconocimientos son cada día más numerosos. No es malo, pero los concursos sin calidad desprestigian a los buenos. No basta con juntar a cuatro amigos y montar un concurso para repartir medallas.

Al margen del número o calidad de los concursos, hay que resaltar la calidad de los vinos presentados, que indudablemente va en aumento y por tanto son merecedores de esa medalla.

En estos concursos, no se da una medalla de cada metal (y esto es algo que muchos consumidores no lo saben), sino que se otorgan decenas de oro, de plata y de bronce, y es difícil, muy difícil, que con el actual modo de puntuar, un vino que se presente a un concurso, no alcance puntuación suficiente como para que se le otorgue, repito que merecidamente, una medalla, sea de un metal u otro.

Ya he comentado en más de una ocasión que el baremo de puntuación es muy estrecho, a pesar de puntuar sobre 100. La horquilla entre los 86 y 90 puntos, por ejemplo, alberga vinos de calidades muy diferentes, cuando sólo tienen 1, 2, 3, o cuatro puntos de diferencia. Pero este es otro tema. El caso es que si la medalla de bronce se establece en superiores a 80 puntos, va a haber muy pocos vinos que estén por debajo de esos 80 puntos. Así vemos esas listas interminables de vinos premiados, folios y folios ,con las consabidas medallas.

Algunos concursos, con buen criterio, han eliminado las medallas de bronce, con lo que quita muchos vinos del medallero, dándole mayor prestigio a quien obtiene medalla. Y sitúan la plata por encima de 84 puntos, que aunque así eliminan bastante, también es cierto que entran muchos de ellos dentro del medallero.

Y si esto nos abruma y nos parece raro a los que estamos en el mundo del vino, imagínense ustedes a los aficionados, neófitos o simples consumidores, que les dicen “ este vino ha sido premiado”, “tal o cual tiene medalla”. Y es que exceptuando recomendaciones muy puntuales de algún gurú del vino, le dan poca importancia a que un vino u otro tengan o no tenga en su haber un medallero más o menos extenso.

Lo raro o lo malo, según se vea, es que esta sensación ha cambiado en apenas unos años, recuerdo hace una decena o dos de años que el que un vino tuviera una medalla era realmente alabado, un mérito digno de resaltar. Más aún cuando los vinos españoles comenzaron a presentarse a concursos internacionales y venían del extranjero con su flamante medalla. Un galón que ponían, orgullosos, en su etiqueta, cosa que hoy, por su abundancia, es difícil de encontrar.

Me parece que los concursos los sabemos apreciar más los “entendidos” del vino que el consumidor. Esto se debe a que nosotros sí sabemos diferenciar entre una medalla en un concurso de prestigio, de una medalla conseguida en… digamos otros concursos.

Sabemos que si catamos un vino, respaldado por un medalla de prestigio, estaremos ante un vino que lo merece. Luego hay otros concursos, esos que se montan como rosquillas y por cualquier evento o circunstancia, a los que, personalmente, no merece la pena ni hacerle caso ni entretenerse en ellos. No dicen nada. Las marcas y los vinos que quieran conseguir prestigio merecido deberían pensarse muy mucho acudir a ellos.