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La espada de Damocles

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Lo que no se comunica
Lo que no se comunica

Los que hemos tenido la suerte de trabajar en grandes grupos bodegueros, podemos presumir de habernos inscrito, aun sin saberlo, en masters de “saber trabajar con presión”, porque, a las dimensiones de algunas de nuestras grandes compañías vinateras, hay que sumar el hecho de que, muchas de ellas, son bodegas familiares.

El día a día, por tanto, se suele desarrollar como en una gran familia, con todo lo bueno y lo malo que tiene esta circunstancia, pasando de las posiciones más exacerbadas a las afectivas.

Y escribo de esto, porque hace tan sólo unos días recibí una llamada telefónica de un headhunter en la que, después de un largo rato de resumen de la trayectoria profesional a modo de interrogatorio, éste me preguntó si estaba acostumbrado a trabajar con presión. Apenas pude contener la risa, porque, evidentemente, mi interlocutor tenía mi currículo delante y era una pregunta con una respuesta obvia por mi trayectoria profesional. Además, reaccioné con cierta distancia gracias a la buenísima acogida que está teniendo mi agencia especializada de Marketing y Comercialización en el sector agroalimentario Envero.

En ese momento, en el convencimiento de que muchos consultores no saben realmente lo que quieren o no disponen del briefing adecuado por parte de las bodegas, me vino a la cabeza el título de la película Y que le gusten los perros, de John Cusack y Diane Lane, que va sobre la “pareja perfecta”, porque entendí que el “candidato perfecto” tendría que saber trabajar sobre presión.

Y presión no es la tontería esa que nos han metido en la cabeza de que somos multitarea, porque no lo somos -y menos los varones-, a pesar de que podamos desarrollar diferentes acciones al mismo tiempo, unos más que otros. No lo somos porque a mí me gusta decir de forma jocosa que soy como el político inglés Winston Churchill, que “no podía masticar chiche y andar al mismo tiempo”.

Una de las pistas que denotan que estamos hasta arriba, o que no llegamos a nada, es que acabamos teniendo la mesa de trabajo como “la cama de un loco”, amontonando papeles y carpetas hasta que no podemos ni ver al compañero de nuestro departamento; porque la propia distribución de los trabajadores nos puede decir mucho de la empresa en la que estamos. En muchas compañías se opta por el modelo americano, en el que compartes tarima física con el compañero del mismo modo que se distribuyen los quesitos en las fichas del Trivial e incluso están prohibidas las visitas y ya se buscan la forma de colocar biombos cuando el espacio físico es reducido. No vaya a ser que veamos cosas que no se pueden ver.

Claro que la colocación de la mesa no es definitiva, pero sí el estrés y la salud de nuestra vida social, porque tanta presión siempre acaba por pasarnos factura, incluso para aquellos que se toman un trabajo por cuenta ajena como si fueran a heredar.

Y quiero que si tienen mando jerárquico en bodegas hagan conmigo una reflexión y se pregunten, al menos retóricamente, si es bueno que nuestros subordinados estén siempre con la espada de Damocles por encima de la nuca. Si no creen que es bueno disponer de alguna zanahoria que contrarreste el efecto de los palos continuados; porque, si bien algo de presión es bueno y nos mantiene despiertos, un excesivo control puede provocar el efecto contrario. Y el efecto analgésico de cuando nuestro superior viaja, lo que permite incluso que nuestra posición en la mesa sea más relajada.

Lo curioso del trabajo con presión es que sólo pueden entenderte aquellos que han trabajado en un clima laboral similar, dado que es difícil de explicar. Como la experiencia que llevas acumulada y te guía para un lado en lugar de hacia el otro, a pesar de que sea difícil a veces persuadir a nuestros compañeros sobre los motivos de esa decisión profesional.

Además, estar más horas en el trabajo no nos va a solventar la tarea, porque está demostrado que los españoles rinden menos que en otros países donde la jornada laboral es más racional. Y corremos el riesgo de perdernos la infancia de nuestros hijos, nuestra relación de pareja y los placeres cotidianos, porque, desgraciadamente, en nuestro país “presión” es “trabajar más horas sin llegarnos al culo”. Eso sí, con la espada de Damocles rozándonos la nuca.

 

 

José Luis Martínez Díaz  
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.

 

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