Killing me softly o eutanasia a cámara lenta
No me gusta, pero escribo desde el calentón. Antes de ir a casa a comer echo un vistazo en el móvil a The Objetive y no doy crédito a la noticia, quieren prohibir el vino en las comidas. Pero luego subo al coche y en la radio lo mismo y enchufo la tele al comer y también. Siempre con la excusa de que es por nuestro bien ¡tururú!. Al menos en Onda Cero, el Presidente de la Sociedad Española de Cardiología decía que no tenía datos para asegurar que una copa de vino en la comida fuera perjudicial. Una voz sensata.
En este medio siempre hemos criticado el uso de supuestos, o no, beneficios del vino para promocionar su consumo.
El vino no se debe vender en botica ni a través de camellos en sitios clandestinos, es un alimento incluido en la dieta mediterránea y punto.
Sobre ese debate ya me expliqué en mi anterior colaboración, pero me gustaría incidir en que, esta tarde –ayer cuando se publique- la señora Ministra de Sanidad y los consejeros, y consejeras, del ramo se reúnen para debatir el quitar el vino ¡de los menús! en restaurantes. Y sigo sin darle crédito. Más vale que se preocupen del consumo de atracón de los adolescentes los fines de semana y nos dejen a los adultos en paz.
En ferias y eventos vinícolas aparecerán el Ministro de Agricultura y los consejeros, y consejeras, del ramo apuntándose a la foto, los micros y las cámaras hablando de las excelencias del vino patrio, o de sus garitos autonómicos, y de su necesaria promoción. Los que se quieren promocionar son ellos y ellas –que no se me pase-. Qué se vayan a escardar que vendimiar será delito.
Me parece que alguien le ha pillado el gustirrinín a eso de tenernos acongojados, sumisos, haciendo de policías de nuestros vecinos como en las más tétricas novelas de Ismail Kadaré o la archifamosa 1984 de Orwell; ese final amando al Gran Hermano o la neolengua impuesta a todos y todas, por supuesto ¡que cercanas parecen!
Nos han encerrado en casa, cerrado el Parlamento, y obligado a hacer cosas absurdas (como los confinamientos perimetrales) con excusa de la pandemia, de manera ilegal y aquí todos quietos y sumisos (y quietas y sumisas). Quieren obligarnos a ir en bicicleta quienes usan, y abusan, a diario de coches y aviones oficiales. Y quieren quitarnos el vino los que se gastan un pastizal en catering para sus dependencias oficiales. Han visto que aquí nadie se mueve y van desmelenados
¿Cuál será la próxima? ¿Meterse en nuestra alcoba? De momento se quieren meter en el salón ya hablan de “hogares libres de humo”. Aunque no fumes preocúpate. Y paro.
Pero como hay que ser proactivo, y proactiva, lanzo la propuesta “Killing me softly” que sería algo así como el derecho a la eutanasia a cámara lenta.
Partimos de la base de que la eutanasia es legal y gratuita; lo solicitas, te pegan un jeringazo y al otro barrio en un ratico. Vale, pero si yo quiero morir poco a poco, copa a copa, también tendré derecho ¿no? Hagamos una ley, yo declaro que mi muerte “digna” sería de una enfermedad cardiovascular pillada tomando vino, o lo que me apetezca, y que me lo paguen también. Al final, si como dicen, el vino me va acortar la vida cobraré menos años la mierda de pensión que me espera, hagan cuentas señores, y señoras, mandamases que se sienten “manda-masas” que les acabo de regalar una gran idea.
Aunque mucho me temo que los tiros van por otro lado. Como apuntaba Cinco Días vamos a ser europeos pero sólo para pagar. De eso hablamos otro día que tengo que hacer la Declaración de la Renta.
Consultor y enólogo
Enólogo que escribe a ratos sobre los temas de los que sabe algo, o eso creo.
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Javier. Este artículo de opinión está basado en un bulo. Nadie te va a prohibir beber vino. Por favor, contrasta la información que recibes. No ayudes a propagar informaciones falsas, sesgadas y tendenciosas.
Un fuerte abrazo.
Estimado Sr. Martínez,
1.- Como bien dice es opinión.
2.- Se me hace raro que se llame “bulo” a una información que se publicó por medios de comunicación de reconocido prestigio en la que aparecen entrecomillados. No se trata de “información privilegiada” propia ni de ningún chascarrillo de redes sociales.
3.- Nos han prohibido tantas cosas absurdas en los últimos tiempos que una más no extraña.
4.- Uno ya tiene años como para saber distinguir un “bulo” de un “globo sonda” o un “desmentido”.
5.- Matar al mensajero –a los medios de comunicación no a mí- es una costumbre muy antigua. Y siempre se ha ejercido desde el poder.
6.- Los consejos los recibo o los doy, previa petición, a gente de mi confianza.
7.- La credibilidad se gana, lógicamente yo se la doy a quien se ha ganado la mía. Que no tiene por qué coincidir con la de otros.
Según Fondéu-RAE “Instar, con el significado de ‘pedir con insistencia o urgencia a alguien que haga algo’, se construye seguido de la preposición a, tal y como se indica en el Diccionario panhispánico de dudas”. No sé, pero eso suena más a prohibición que a recomendación.
Por último, con todo respeto y sin que haya ninguna necesidad de autojustificación, me permito decirle desde hace diez años https://gestionenologica.wordpress.com/2012/11/13/el-vino-en-botica/ llevo criticando que se promocione el vino por motivos de salud, también en lo peor de la pandemia en La Gaceta del Vino lo hicimos sin dudar un instante. Pero eso nunca me impedirá defender la LIBERTAD de cada uno para beber y vivir –o morir- como le dé la gana y siempre me opondré a que cualquier gobernante se meta en vidas y asuntos privados.