Pagar los vidrios rotos
En la segunda vendimia pandémica parecía que los problemas volverían a ser los de siempre: si llueve poco o mucho, si sopla el Cierzo o no sopla, la botritis…y el precio, siempre el precio. Pero no, parece que los problemas surgen de la nada y nadie los vio venir.
El consumo, tras un frenazo de burro, ha pegado un arreón de caballo y corremos el riesgo de caernos de la silla. No hay botellas, los precios de la energía y los transportes se desbocan y la inflación comiéndose el bolsillo de los paisanos. La Navidad y el Año Nuevo Chino se van a tener que celebrar con agua del grifo. Tras una cosecha mundial corta, según la OIV, y con unos precios ajustados parece que habrá vino que se quede en las bodegas.
En pleno confinamiento, todos nos volvimos hacia el mercado online –no quedaba otro remedio- pero no supimos ver la cara oculta del mismo. Hace meses que tengo guardado este post de Laureano Turienzo, sin desperdicio, lleno de sentido común y datos. A todos nos han ofrecido botellas personalizadas, previo pago de moldes, y ahora no nos las fabrican porque los cambios de producción en las vidrieras hacen su coste inasumible. Producimos vinos ecológicos pero los de marketing siguen exigiendo botellas pesadas, a pesar de la huella de carbono. Soportamos subidas de costes energéticos y de insumos de materiales auxiliares, pero sólo sabemos apretar en el precio de la uva.
¿Sigo? ¿Nos estamos volviendo locos?
Uno ya no sabe con qué carta quedarse; quieren que cambiemos de coche y ponen plazo a los de combustión, pero no se habla apenas de alternativas que se están explorando como este motor que no emite gases contaminantes o esta solución para reducir la emisión de gases contaminantes de los camiones. La página 5 de Google no la lee nadie. Tampoco nos cuentan la otra cara del coche eléctrico: ¿de dónde viene el litio? ¿a dónde irá? Respuesta: donde toda la basura, al tercer mundo.
Estamos metidos de lleno en plena “Transición Energética”, pero todavía no sabemos a dónde vamos, qué itinerario seguiremos y a qué coste. Se llenan los telediarios de líderes mundiales predicando el apocalipsis desde cumbres a las que llegan en jets privados, para volver a su mansión a bañarse en la piscina climatizada, que consume al día 400 litros de gasoil. Mientras la Unión Europea declara “verdes” la energía nuclear (Francia) y el gas natural (Alemania), justo cuando se acaba de abrir el nuevo gaseoducto Rusia-Alemania y Francia anuncia la construcción de nuevas nucleares.
Sin embargo, aquí nadie escucha a los viticultores que no pueden pagar gasoil, fertilizantes, ni fitosanitarios; a los pequeños bodegueros, que no pueden embotellar el vino que venderán en unos años; a los medianos y grandes, que no pueden asumir el coste de embotellar para la campaña de Navidad; ni al del bar de la esquina, que se resiste a subir el precio de la copa.
Y luego desde dentro del sector renunciando/despreciando el embotellado en destino, los envases alternativos y el mercado de granel (lo de la “marca privada” queda más fin, pero es los mismo) aunque sean más ecológicos, sostenibles y eficientes.
Aquí estamos pensando en 2030 y 2050 pero sin saber si mañana pongo la embotelladora en marcha o no. Voy a llamar a la vidriera.
Consultor y enólogo
Enólogo que escribe a ratos sobre los temas de los que sabe algo, o eso creo.
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