Pago de los Abuelos: la viña como legado
Pago de los Abuelos surge con el objetivo de recuperar el legado vitivinícola en diversos municipios pertenecientes a la D.O. Bierzo. Este proyecto está formado por pequeñas viñas, muchas de ellas centenarias, casi todas de godello y de mencía. Con el paso de los años, han dejado de trabajarse, ya fuera por la despoblación o en favor de otras actividades económicas como la industria de la pizarra.
Nacho Álvarez, impulsor y enólogo del proyecto, centra su trabajo en enfatizar y reconocer el trabajo de los abuelos, de los predecesores, que hicieron posible que estas viñas hayan llegado hasta nuestros días. Todas ellas las ha ido adquiriendo de sus abuelos o las ha comprado a las personas mayores de su entorno. De ahí el claro homenaje en el nombre.
Recuperación del patrimonio vitivinícola
Todo comenzó en 2015, cuando Nacho heredó el “viñedo Barreiros” de sus abuelos (Floripes y Gillermo), de una hectárea y media de extensión, situado en el municipio de Puente de Domingo Flores (León), lindando con Galicia. Una viña con suelos de pizarra a 450 metros de altitud y con una pendiente del 30%, que data de 1890. Su recuperación le llevó dos años, y no sería hasta 2018 cuando empezara a dar sus primeros vinos bajo el nombre de Pago de los Abuelos. En este viñedo fue donde realizó una de sus primeras vendimias tras terminar sus estudios. Ya entonces consiguió, sin saber aún que desarrollaría este proyecto, que esos primeros frutos aguantasen con gran frescura y cuerpo diez años después. Todo un anticipo de lo que es ahora es el vino “top” de la bodega: Mencía Barreiros. Un vino muy frutal, sedoso, con marcada mineralidad y persistencia.
“podría hacer más cantidad, pero decidí hacer buen vino”
En los últimos años, este enólogo y viticultor se ha esforzado por recuperar viñas antiguas (casi todas centenarias) para reactivar la actividad vitivinícola en la zona. Este es uno de los aspectos que más sorprende al visitar las fincas, pues, intentando mantener el equilibrio por la inclinación de algunas de ellas, es casi inevitable ir buscando la planta más vieja, más leñosa y más llamativa. Una misión que parece no acabar, según se van descubriendo nuevas localizaciones de este proyecto.
Ahora mismo, el proyecto está formado por 23 viñas diseminadas por El Bierzo, que suman cerca de 6 hectáreas y con las que producen cerca de 10.000 botellas. Con franqueza, de forma directa y sin artificios, Nacho explica que lo que quiere sacar de estas viñas son “vinos de verdad, sin engañar a la gente”, y especifica: “podría hacer más cantidad, pero decidí hacer buen vino”.
Reconoce que lo mejor de la labor de recuperación es ver la evolución que tienen los vinos: “el primer año heredas lo que otros te han dejado, pero en los sucesivos ya es fruto de tus cuidados”. Unos cuidados que, además, realiza conforme a principios ecológicos, aunque no cuente con el correspondiente sello. No utiliza herbicidas y sólo aplica algunos tratamientos de azufre y cobre, según vaya necesitando la viña en cada caso. Además, confiesa que es un “maniático” de la poda, pues, prefiere hacerlo personalmente para conseguir así los resultados deseados.
Un sello con el que sí contarán algunos de sus viñedos es el que concede CERVIN (el Centro de Investigación, Estudio, Salvaguarda, Coordinación y Valorización de la Viticultura de Montaña), un organismo internacional que tiene como finalidad poner en valor la viticultura heroica. Es decir, aquellos entornos de montaña, con viñedo viejo y viticultura tradicional.
“el primer año heredas lo que otros te han dejado, pero en los sucesivos ya es fruto de tus cuidados”
Pago de los Abuelos será la primera bodega del Bierzo en tener este reconocimiento, gracias al viñedo Borrunde Rosé: una viña de estaladiña datada de 1902, con la que se elaboró el primer rosado de esta variedad, una rareza, ya que solo se empleaba para hacer tintos. Sin embargo, las características organolépticas, así como el color pálido que aporta (una ventaja con las tendencias actuales en este tipo de vinos) hicieron que Nacho la dedicara para hacer rosados.
En las primeras añadas elaboraba unos 600 litros de este rosado, que agotaba stock incluso antes de salir al mercado. Ahora, lo une junto a uvas de negreda, principalmente, y desde esta añada se etiquetarán bajo la calificación de Vino de Villa. Eso sí, agotar el stock es algo que no ha cambiado.
Las clasificaciones de Vino de Villa, así como la de paraje (la nueva clasificación de viñedos por municipios, parajes y parcelas que permite ahora la D.O. Bierzo), estarán presente también, no sólo en el rosado, sino en las nuevas añadas de otras de sus elaboraciones. Una calificación que encaja a la perfección con su modelo de producción ya que se trata de vinos de finca, con producciones muy reducida.
Nacho no ceja en su empeño por mejorar tanto sus viñas como sus elaboraciones. Esfuerzos que se reflejan, por ejemplo, en su Godello Barreiros que, en su última añada, la 2019, aún sin embotellar, muestra mucha más madurez, y un claro anticipo de la longevidad en botella que podrá alcanzar esta referencia. O con el nuevo proyecto que lanzará a finales de este año, un godello cuyas viñas datan de 1888, elaborado en ánfora y del que, en breve, conoceremos más detalles.
De momento, tiene que vinificar en bodegas de terceros, pero con precisión aritmética y ánimo certero indica la localización de la que será su bodega: una finca situada en lo alto de una ladera, desde donde, afinando la vista, pueden observarse algunas de sus viñas e intuirse Las Médulas. Un lugar privilegiado del que están todos los detalles calculados, que pronto se hará realidad.
Agradecimiento y homenaje en cada botella
Este proyecto para Nacho es una forma de vida, una filosofía de entender no sólo la viña, sino el entorno. Una responsabilidad para con los antepasados que cuidaron las viñas y que hoy han hecho posible que él pueda elaborar sus vinos. Pero también para las generaciones venideras, que podrán heredar un patrimonio enológico valiosísimo.
“Si no hubiera habido gente trabajando estas tierras con posterioridad, ahora no tendría viñas centenarias con las que hacer estos vinos”
Cada uno de los viñedos que ha recuperado está señalizados con el nombre de la finca y, en la mayoría de los casos, con los nombres de los responsables de han hecho posible su mantenimiento, justo antes de que formaran parte de este proyecto. Y precisamente a esos responsables son a quienes se les da la gracias en cada una de las botellas. Así, en las contraetiquetas del viñedo Barreiros se pueden leer los nombres de sus abuelos Floripes y Gillermo; los nombres de Mercedes y Gerinaldo (los abuelos de su mujer) en el rosado; o el nombre del Abuelo Santiago en las botellas del viñedo Peña Verteira, por haber sido él la persona que le ayudó en la compra del terreno.
“Si no hubiera habido gente trabajando estas tierras con posterioridad, ahora no tendría viñas centenarias con las que hacer estos vinos” sentencia Nacho.
Otro de los homenajes en cada etiqueta es a través del logotipo, pues no es sino la silueta del abuelo de Nacho, que murió sin poder viajar ni moverse de su pueblo, debido a la silicosis, enfermedad producida tras años de trabajo en las minas de pizarra. “De esta forma mi abuelo puede viajar por todo el mundo, ya que no lo pudo hacer en vida”. Y tanto que viaja, pues llega a países como Estados Unidos, Dinamarca, Suiza o Alemania.
Pago de los abuelos no sólo homenajea al entorno a través del mantenimiento y mejora de su patrimonio vitivinícola, sino que, en uno de sus vinos, Mencía Barreiros, ha creado una etiqueta específica elaborada 100% con pizarra natural. Un guiño tanto a los suelos, como a la industria que es protagonista en la zona, con el que quiere hacer un llamamiento a que otras actividades son posibles en su pueblo natal, Puente de Domingo Flórez.
Periodista especializada en el sector del vino.
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