Visitas en vendimia, ¿marketing o incordio?

Uno de los privilegios que tiene esta época, es que al enólogo nadie le toca las narices. Por unas semanas es el rey del mambo, nadie pone reuniones estúpidas, nadie molesta con asuntos secundarios, nadie pide nada que no sea urgente.

Claro que hay excepciones, el Director General que quiere saber cómo va todo -pero en cinco minutos-, el agricultor nervioso para comenzar su recolección, ese individuo que hay en todas las organizaciones que, siempre, llega en el peor momento con chorradas y te saca de quicio y, por último, los comerciales y sus visitas.

Las visitas a bodega son un clásico, y un elemento diferenciador, de nuestro sector, lo que es positivo. Hay muchos tipos de visitas, desde las institucionales a las cuadrillas de amigos que van a comer y pasar un rato agradable. Pero las más importantes son las de clientes. Hace años, y todavía hoy, lo más habitual era que los distribuidores, o agentes regionales o internacionales, trajeran a clientes de hostelería u otros sectores relacionados con la Cadena de Valor del negocio a quienes se “vendía” la bodega como proveedor fiable y se les trataba muy bien y con calma. En suma, relaciones públicas en un entorno de negocio B2B dónde se contaba, al menos de manera puntual, con el enólogo y se solían evitar en vendimia. Esta es mi experiencia.

Pero esto ha ido creciendo y se ha llegado a crear, o importar, una nueva área de negocio, el “enoturismo” que se practica ya en todas las zonas españoles de producción. Ahora vienen aficionados al vino a los que atrae visitar bodegas, o sea ahora es el consumidor final. Lo de las visitas se ha complicado: hay más, son más masivas, viene en fines de semana y festivos, en definitiva un lío, pero muy rentable en imagen y en caja -la venta directa en bodega puede llegar a ser muy relevante y el riesgo de impago es nulo-.

Hasta aquí todo bien, si no fuese por la manía de meter a las visitas hasta la cocina. Si quieres que el enoturismo funcione, si quieres dar buena imagen, si quieres atraer o fidelizar al visitante, sea cual sea, necesitas tener preparada la bodega para las visitas y, en general, no lo están. Nos queremos subir al carro del enoturismo sin pensar, planificar, ejecutar, o sea, sin invertir; improvisando o haciendo chapuzas.

Esto es particularmente molesto en plena faena de elaboración, ahora parece que se ha puesto de moda hacer de la vendimia un reclamo publicitario y, si se hace bien, me parece perfecto. Algunos ejemplos: Cuatro Rayas, Bodegas Luzón,Blog Enología… Salimos en la prensa del “cuore”, pero ¿son compatibles estas actividades con el desarrollo normal de una vendimia?

El objeto de este texto no es criticar la modalidad de enoturismo que cada uno elige, sino si éste se realiza de manera respetuosa con las normas de seguridad laboral, con las buenas prácticas de higiene en la elaboración, con la necesaria tranquilidad y concentración de los operarios. Hay que tener en cuenta que no es una cuestión estrictamente comercial, hay implicaciones socio-laborales, riesgo de accidentes -carretillas, mangueras, CO₂, el de la ETT que se distrae con la rubia-, cumplimiento de normativa de seguridad alimentaria APPCC, BRC,… ¿hay que poner en jaque todo esto por motivos comerciales?

La tentación de ver una bodega en plena faena de vendimia puede ser tan excitante para un noruego como para mi ver una carrera de Fórmula 1, pero no creo que me dejen salir del “paddock”, si tengo el chollo de estar alguna vez, y cruzar la pista a mi albedrío. Así pues, en vendimia, y también fuera, sí a las visitas, pero bien organizadas y si la bodega está preparada o diseñada para ello, con las zonas de tránsito seguras para todo el mundo y, por favor, dejando en paz a los que están trabajando.

Javier Escobar

javier.escobar@elcorreodelvino.com
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Javier Escobar de la Torre

Consultor y enólogo
Enólogo que escribe a ratos sobre los temas de los que sabe algo, o eso creo.