Un vino con “Malafollá”
En Granada, alguien que tiene “mala uva” es alguien que tiene “malafollá”. Algo así como un “malage” en gran parte de Andalucía.
Pues de esa forma tan singular y tan propia de los granaínos a alguien se le ha ocurrido bautizar a un vino de la citada provincia, sumándose a un amplio abanico de nombres curiosos por los que optan las bodegas.
En el mundo del vino hay nombres para todos los gustos y nadie duda que el “naming” es muy importante en el futuro éxito que podamos tener en la comercialización. Tradicionalmente, los vinos se han venido llamando como las bodegas, pero multitud mercados, como por ejemplo el ruso, están admitiendo que el nombre contenga algo de provocación o que forme parte de los estereotipos que se tienen de los españoles. De ahí que haya podido ver marcas para esos mercados como “El Maestro de la Corrida”, “El Toro Borracho”, etc. Muchos de ellos tratando de copiar las pequeñas figuras de la gitana y el guitarrista que ahora no se sostiene en lo alto de los televisores de pantalla plana.
Como parte de la provocación, como parte de una estrategia de Marketing Viral para llamar la atención, nos encontramos con vinos como “De Puta Madre”, “Malquerida”, “K-naia”, “Cojón de Gato” o “Teta de Vaca”. Desde luego, con estos nombres creo que no habrá demasiadas oposiciones desde la Oficina Española de Patentes y Marcas por similitud, aunque nadie duda de que llaman la atención. Otra cosa es si nos dicen algo del vino que llevan dentro, porque no creo que a nadie le sea muy sugerente beber del contenido de un cojón de un felino…
Pero los hay aún más directos como “bitch” o este mismo sustantivo –puta- con adjetivos como sassy, sweet o royal (descarada, dulce o real) o que directamente insultan, como “fat bastard”, que es algo así como gordo hijo de puta.
Afortunadamente, no todos estos nombres-reclamo son así de bordes. Por ejemplo, Andrés Iniesta ha sacado recientemente al mercado un vino llamado “Hechicero”, aunque algunos clásicos del Marketing seguirán prefiriendo nombres como el que ha elegido el periodista especializado Marcial Pita para su vino “El Paraguas”, máxime cuando la bodega comparte también el mismo nombre, algo con lo que nos ahorramos muchos esfuerzos económicos y de Comunicación. No obstante, este ejemplo tampoco es muy paradigmático, porque el nombre es, como poco, original y atrevido.
Incluso buscando por “San Google”, he visto un vino espumoso italiano de nombre “Follador Rosé”. Si el traductor de Google funciona correctamente, el término es igual en italiano que en español. En el otro extremo, al haber trabajado en bodegas que tenían hasta 700 marcas diferentes, he visto nombres más benévolos como “Bonita”.
Tampoco han escapado de esta moda de pensar en nombres originales y llamativos proyectos de Enoturismo o de tiendas especializadas como “Señorita Malauva”, cuyo nombre es su principal acierto, aunque ya saben que “con mala uva, no se puede hacer buen vino”.
Sin duda, el nombre de un vino es un aspecto importantísimo, junto al etiquetado y todos los elementos que componen el “packaging”. Además, muchos mercados, como el japonés, nos pedirán que contemos historias ligadas al nombre de un vino, algo que puede ser real u objeto de la imaginación. Y, si se alude al disfrute emocional de nuestra bebida social o se puede recrear una situación en la que sintamos el caliente arrullo del Dios Baco, mucho mejor.
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