Saber y/o Escribir de Vinos

No por saber mucho de vinos nos aseguramos poder comunicar bien sobre la bebida báquica, porque pueden darse muchas combinaciones: expertos catadores que no tengan capacidad de síntesis y que no sean capaces de redactar algo inteligible -contaminando de vocablos poco comunes un mundo ya demasiado complicado-; o, justo lo contrario, expertos comunicadores que no se muevan con pericia con el análisis organoléptico.
Y digo esto en mi condición de “periodista del vino”, profesión en la que se da por supuesto que debemos conocer vinos de innumerables zonas de producción y tipos, a nivel mundial, para no cometer tropelías juzgando “defectos” intrínsecos a determinados tipos de vino. Los periodistas solemos ser aves nocturnas que sabemos hacer de todo, aunque de manera torpe. Al final hay poca renovación de rostros en muchos concursos nacionales e internacionales. Ello impide a muchos profesionales muy válidos tener la oportunidad de probarse en las principales ligas, que es lo que te da experiencia y background. Por tanto, se dejan pocas opciones para que la especialización pueda ser completa, como los que tienen la posibilidad de catar anualmente de 30.000 a 40.000 referencias, que los hay.
La mayoría de nosotros, los que contamos con formación académica, hemos amueblado nuestra mente para poder ser muy versátiles y poder dar el pego sobre muchas cuestiones, a poco que tengamos cierto periodo de adaptación para que la simbiosis sea total. Lo que sucede es que estamos en un mundo muy complicado, donde la palabra “caldo” sale a la luz por no repetir incesantemente “vino” y donde las cosas nos huelen a sotobosque, cuando pocos nos hemos parado a recordar a qué huele un helecho.
Podemos movernos en el filo para no meter la pata o tirarnos directamente de boca, porque la línea que separa un comentario pertinente de una cagada es sumamente difusa y porque aquí no valen silogismos. En este sentido, Alfredo Di Stéfano ha sido, para muchos, el mejor futbolista del mundo; y, sin embargo, su carácter huraño hizo que no triunfara como entrenador en el Real Madrid o en el Valencia. Evidentemente, nadie dudaba de su sapiencia futbolística, pero no lo transmitía ni lo comunicaba de la misma forma, del mismo modo que podemos saber de vinos y no comunicarlo o viceversa.
Claro que, para solucionar todo esto, siempre han existido los negros, que han sabido poner la pluma a expertos que no eran capaces de poner negro sobre blanco en un papel. Yo mismo he hecho de negro en muchas ocasiones, aunque los escritos quedaban poco verosímiles cuando se tenían que hacer discursos en público o alguien se saltaba el guión.
En mi caso, tal y como he comentado en otras ocasiones en esta misma columna, siento envidia sana por personas como Antonio Flores, el Master Blender de González Byass, que, sin ser periodista, es uno de los mejores comunicadores del mundo del vino con los que he podido coincidir. Todo en él, cuando está dando en una cata, es de manual de comunicación, utilizando la palabra y los silencios, y sintiendo como suyo un entorno que ha mamado desde pequeño, porque le han salido los dientes en la bodega.
Por lo tanto, ninguno tenemos patente de corso para pontificar sobre el vino, porque es realmente difícil poder compaginar las dos vertientes de la actividad periodística especializada en el mundo del vino, máxime cuando seguramente para ello tendríamos que tener una formación enológica que la inmensa mayoría no tenemos, por mucho que hayamos cursado algún máster con sesiones de cata o alguno de los cursos de nivel que hay en el mercado.
Al final, no se puede saber absolutamente de todo y es mejor que nunca seamos categóricos. Más cuando estamos en un mundo en el que juegan mucho las emociones y otros muchos aspectos. La modestia, ante todo.
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José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.
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