Profesionalidad
Distinguir a un buen profesional de otro que no lo es requiere de cierta experiencia, porque en nuestro devenir laboral tenemos que relacionarnos con multitud de personas, cuyo trato profesional dista, en ocasiones, de lo recomendable, sin que ello quiera decir que no sean empleados que se esfuerzan y tratan de reconfortar con su actividad.
La principal diferencia radica en que el buen profesional es consciente de cuando hace algo bien y suele tener una gran capacidad de autocrítica. Alguien que siempre ha organizado una cata de vinos o un evento de la misma manera o que en su relación con los medios de comunicación siempre se ha mostrado igual, sin tener cierta perspectiva o distancia de la labor que realiza, lo tendrá más complicado para “autojuzgarse”.
Es algo parecido a la multitud de notas de prensa de bodegas a las que me enfrento por mi condición de miembro de la AEPEV. Algunas de ellas están, incluso, redactadas por agencia, donde echo en falta cierto desparpajo: un texto que no parezca automatizado, carente totalmente de personalidad y de sentimiento. Seguramente, muchos de los que realizan estos comunicados no son periodistas y eso se nota –aunque en ocasiones hay licenciados en Ciencias de la Información que también dejan mucho que desear-, porque, hasta cierto punto, la técnica de un texto periodístico puede adquirirse con el tiempo, aunque este “machaca” simplemente quedará reconfortado por el texto final, sin pensar más allá de si su pieza es merecedora del Pulitzer o de si simplemente a pegado un “bajonazo” en términos taurinos.
En el trato con responsables de bodegas, podemos encontrarnos con gente que no se relaja en ningún momento, lo que les hace totalmente artificiales y poco creíbles, porque no admiten un solo error; o con otros que van muy sobrados y se ponen a rebatir opiniones sobre la marcha a avezados catadores o expertos del vino, lo que les da un cierto aire de pretenciosidad y resultan poco humildes y recalcitrantes.
La naturalidad es algo que debería envolver de lleno a la cultura del vino, porque no todo siempre está bien en un vino o en un acto y, llegado el caso, hemos de reconocerlo. En mi trayectoria profesional se me han hecho infinidad de preguntas demasiado técnicas en las que he tenido que recabar la ayuda del enólogo. Y no pasa absolutamente nada. Es más, nuestro interlocutor agradece que las opiniones sean lo más directas posibles y, cuando hablamos de un vino, tenemos que agarrarnos a fuego a la difusa de nuestro “hacedor de vinos”, término que emplea magistralmente uno de los mejores profesionales con los que me he encontrado en este mundo: Antonio Flores, Master Blender de González Byass.
Sólo recabando en nuestras plantillas a los mejores profesionales podremos tener más papeletas para hacerlo cada vez mejor, porque la profesionalidad va unida también a la experiencia y a la forma en la que resolvemos –o hemos resuelto- innumerables circunstancias. Esto último va ligado a aquello que se suele nombrar ahora mucho de si un determinado candidato a un puesto “sabe trabajar con presión”, algo de lo que nos reímos aquellos que llevamos trabajando cerca de una quincena de años a todo pulmón.
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.
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