Mala reputación
Los que pintamos canas y tenemos cierta edad recordamos un tema que cantaba en el exilio parisino el cantautor Paco Ibáñez, y que luego versionó Loquillo en plan roquero. Se llamaba “La mala reputación”. Esto me recuerda que, hace algunos años, la reputación de cualquier viticultor estaba en el cuidado de sus viñedos: si la viña no estaba en las condiciones adecuadas, se le solía dar recuerdos irónicamente de su viña y sus cepas.
Casualmente, hace unos días, paseando entre viñedos con mi hija Aurora y mi perro Thor, en mi Manchuela querida, me di cuenta de que el viticultor actual no tiene escrúpulos con el aspecto de su viñedo. Además, le importa un bledo la mala praxis y, por tanto, su posible mala reputación.
Yo que tuve de maestro de poda a mi padre, que decía que una cosa es podar y otra muy distinta cortar sarmientos; o a Antonio Mendiola, que dibujaba cada cepa antes de podar y justificaba cada corte; o los grandes y viejos podadores que he conocido, sobre todo en el marco de Jerez. Y ahora veo estos despropósitos injustificados y sin sentido, y no logro entenderlo, salvo bajo la barbarie del desconocimiento absoluto del manejo del viñedo. A lo mejor bajo una sola justificación: la producción masiva.
«la vid es un arbusto (…) lo podes como lo podes, siempre volverá a crecer y tendrá frutos, puedes manejarlo, incluso, como un seto»
Como bien sabéis, la vid es un arbusto, además trepador, que lleva con nosotros miles de años. Como cualquier arbusto, lo podes como lo podes, siempre volverá a crecer y tendrá frutos, puedes manejarlo, incluso, como un seto. Sin embargo, el hombre, como el ser vivo más inteligente del universo, desde que tiene relación con esta planta y se aprovecha de sus frutos, tanto para su alimento, como para su transformación mediante la fermentación en el néctar de los dioses, o sea en el vino, ha aprendido desde la inteligencia y la práctica a cultivar, podar y manejar la vid de la manera más optima, para que la planta fructifique el mejor producto y mantenga su equilibrio de vegetación.
Así aprendimos, en función del clima o el suelo, a mantener disposiciones altas y con una alta densidad de población en climas fríos, húmedos y de poco sol, buscando una gran exposición a los pocos rayos solares, pantallas amplias, e incluso sarmientos o cepas enrolladas en estacas en la zona del Ródano, siempre trabajando con madera nueva y buenas producciones. En cambio, en el lado opuesto, las zonas cálidas y secas, con bajas densidades de plantación, cepas bajas, con podas cortas y protegidas del sol excesivo del verano, procurando una baja evaporación de agua, siempre colonizando sus raíces profundidad y superficie. Esto no es una regla de tres, pero en cualquier caso cada zona tiene un método válido para sus objetivos.
Pero, amigo, a partir de los años 90, la espaldera llegó a las zonas cálidas para quedarse. Y todo cambió a pasos agigantados y con mucha rapidez. Tengo que decir que no tengo nada en contra de las espalderas, ni de ninguna disposición del viñedo en el espacio y en la tierra, siempre que estas formaciones o podas estén razonadas. Con lo que sí estoy en desacuerdo es con la creación de un viñedo con una determinada forma, densidad, altura, bajo la única justificación de la vendimia mecanizada.
«Con lo que sí estoy en desacuerdo es con la creación de un viñedo con una determinada forma, densidad, altura, bajo la única justificación de la vendimia mecanizada.»
Los que me conocen saben que soy un enamorado de las viñas viejas en vaso. Estas viñas son para mí un legado de nuestros antepasados que debíamos preservar del arranque. Pero como apasionado de la viticultura, me encantan todas las formas de conducción que he tenido la suerte de conocer en distintas partes del mundo: además del vaso, los cordones Royat o las guyot; las liras; la pérgola trentina (que es una pantalla continua buscando el sol, en las laderas del valle del sudtirol); los grandes maestros en el manejo del canopy de la escuela australiana en los años 90, donde destaca el famoso asesor fly doctor Richard Smart, que introdujo por todo el planeta sus dobles cortinas Smart-Dyson o también la Scott-Davis, puesto en práctica en alguna bodega española, como Dominio de Valdepusa o Bodegas Los Llanos en Albacete, con el razonamiento de “más exposición al sol, mas capacidad para madurar el fruto”.
Todos estos estudiosos, revolucionarios e innovadores de la viticultura no podían llegar a sospechar que, en los tiempos actuales, cualquier viticultor sin estudios, de cualquier zona de La Mancha, sería capaz de crear las cortinas, podas, varas y en definitiva los viñedos mas caóticos y absurdos que cualquier ser humano pudiera imaginar. A partir de todo este desatino, coincido en muchas cosas con J. R. Lissarrague, al que considero un maestro y estudioso del viñedo. Sin embargo, sobre la afirmación en su entrevista de la semana pasada a este medio, donde dice que al viticultor le hace falta formación, entiendo que sí, pero lo que más les falta a algunos viticultores es un poco de pudor y un ápice de vergüenza, porque ellos saben, y son plenamente conscientes, que su viña no está bien, que el fruto no va a madurar bien, que posiblemente se pudra y en todo caso no estará equilibrado.
«lo que más les falta a algunos viticultores es un poco de pudor y un ápice de vergüenza, porque ellos saben, y son plenamente conscientes, que su viña no está bien»
Pero siempre queda el auxilio del enólogo que, en un ejercicio de funambulismo enológico, es capaz de, con uvas malas, inmaduras y desequilibradas, hacer vinos aceptables, jugarse el puesto en la bodega y sobre todo cargar con el lastre de la mala reputación.
Por tanto, en la viticultura tenemos que seguir criterios agronómicos y enológicos, dejarnos de frivolidades, como dijo Lissarrague. No es posible que la poda estrella en Castilla-La Mancha, seco y cálido, sea la doble Guyot, que no se pode en verde. Tenemos un déficit en control y manejo de la vid, faltan agrónomos en nuestro campo, y no podemos permitir que un país vinícola tan rico encuentre en la viticultura su propia némesis.
¡Por favor, cuidemos y mimemos nuestros viñedos, constituyen nuestra reputación!
Enólogo
Suscribirse
Reciba nuestras noticias en su email