Los ‘listos’ del vino
La situación actual de prescriptores en el mundo del vino dista mucho de la que era hace un par de décadas, cuando sólo dividíamos entre los que escribían en diarios, dominicales y revistas especializadas, a pesar de que la figura de los “agregados”, de los tragones y de los listos ya existía para completar expediciones de “viajes de periodistas” o todo tipo de actos organizados por bodegas para asegurarse afluencia, aunque todo el mundo los tenía calados.
Lo que no había era redes sociales como las entendemos hoy en día, ni el alcance que pueden tener nuestros comentarios.
Y escribo sobre esto por la indignación que he visto en una columna de mi colega Javier Sánchez-Migallón, donde se refiere a estos semidioses de redes sociales, que por el hecho de ser coetáneos de la actual sociedad 3.0, tienen el derecho de pontificar y de escribir de vinos derribando todo lo que queda a su paso y echando por tierra de forma gratuita el trabajo de los profesionales del mundo del vino, sea cual sea su ámbito.
Al margen del palabro “caldo” dedicado al vino, algo para lo que hay una plataforma para acabar con la sinonimia entre vino y caldo, vemos escritas muchísimas tonterías sobre el vino, porque para aprender y/o para saber lo que más se necesita es humildad. En ocasiones, las barrabasadas las vemos escritas en cartas de vino que equivocan las zonas de producción o los tipos de vino o en la forma en la que muchos camareros tratan de imponernos demasiadas veces las mismas marcas, pensando en la rotación o en las promociones que consiguen más que en ofrecer las mejores referencias para los clientes.
Otras veces he hablado en estas líneas, y esos son aún más peligrosos, de aquellos que se autodenominan prescriptores o “comunicadores” del vino, a pesar de que la independencia es algo tan necesario como la ética, entre otras cosas porque tenemos que tener cuidado de no vanagloriar de forma muy directa a aquellos que nos pagan. O aquellos que por este motivo monopolizan sus plataformas de comunicación sólo en su interés propio. Y hemos de saber que podemos ser un buen sumiller y poder ser un prescriptor frente a un cliente de un establecimiento determinado, pero eso no quiere decir que sepamos comunicar al conjunto de la sociedad.
Desde luego puede ser indignante que ahora podamos todos opinar sobre el vino de una forma demasiado alegre, aunque sea una forma muy democrática -aunque heavy– de comunicación entre las marcas de las bodegas y los consumidores. Pese a todo, sigo pensando que no es necesario hablar mal de ninguna bodega o de ningún vino y llevar al extremo eso de que “el mayor desprecio es el no aprecio”, teniendo en cuenta que intervienen tantos aspectos subjetivos en el análisis de un vino.
Y hasta los blogs sobre vino, que crecen a diario, deberían ser más originales y no ofrecer refritos sobre las zonas de producción o incidir siempre en las mismas cuestiones. Si queremos hacer algo diferente, escribamos sobre armonizaciones atrevidas o sobre bodegas, vinos y parajes singulares, porque ser uno más nos dará visibilidad cero.
En parte, el hecho de que se hayan descentralizado los actos de las bodegas, que también aprovechan restaurantes de grandes ciudades para hacer presentaciones, ha propiciado que muchas agencias de comunicación metan a ciertos “personajes” de relleno, en aras de garantizar el éxito de tal o cual evento. Algunos son chupones recurrentes que un día fueron algo y que siguen viviendo de las rentas como auténticos dinosaurios. Eso sí, en un momento determinado nos hacen quedar bien con los bodegueros.
Respecto a las agencias, como en todo lo demás, pocas hacen cosas realmente novedosas y parece que se centran principalmente en acaparar más y más marcas, en lugar de centrarse en atender bien y de forma más exclusiva a los que les contratan, sin tener muy claro si se solapan unos clientes con el público objetivo del otro y demás.
Desde luego, no hay cosa que me moleste más que aquellos que, no sólo echan por tierra lo que hacen los demás, sino que se creen más listos que nadie, aunque, como suele decirse, “aquí el más tonto hace relojes”.
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.
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