La pandemia del vino

No voy a caer en la tentación de mencionar palabras o términos como covid, confinamiento o crisis sanitaria, cuya reiteración en el último año está minando nuestro estado de ánimo y nos hace caer en el pánico y la incertidumbre que deriva hacia el miedo y nos bloquea como seres humanos.

Pero no es de la pandemia del coronavirus de la que quiero hablar, es de otro virus más endogámico y prolongado en el tiempo, que lleva muchos años contaminando al mundo de la vitivinicultura y ha sido especialmente virulento, progresivo y dañino en nuestra región: la pandemia del vino.

Como dijo Groucho Marx “surgiendo de la nada y con el máximo esfuerzo, hemos alcanzado las mas altas cimas de la miseria”. Parece paradójico cómo, siendo Castilla-La Mancha una de las regiones más ricas, prometedoras y con más oportunidades del mundo, una serie de políticas erráticas, intervencionistas y sin planificación nos hayan conducido a la más absoluta de las ruinas. Se están operando vinos a granel alrededor de 0,20-0,25 €/l, lo que significa exportar a un precio inferior a la mitad de la media nacional y cinco veces menos que la media italiana. Y es lamentable que, como consecuencia, se estén cobrando las uvas muy por debajo del precio de coste.

Sería muy sencillo y recurrente echar la culpa a la covid-19, es la excusa perfecta para disfrazar la falta de propuestas desde las administraciones pertinentes durante los últimos 20 años en nuestra extensa región. Sin embargo, la realidad es que Castilla-La Mancha depende poco del canal horeca. Nuestros vinos, como vinos de bajo precio, van más dirigidos a grandes superficies y consumo directo en el hogar, de hecho, hay denominaciones como Valdepeñas que han embotellado más vino en 2020.

El problema del vino en CLM no es vírico, es más bien tratégico y estructural.

Nuestro problema no es vírico, es más bien estratégico y estructural. Ingentes cantidades de dinero, venidas de Europa han sido utilizadas por un lado para arrancar viñedos viejos, poco productivos y de gran calidad, todos ellos de variedades autóctonas de gran valor comercial; y, al mismo tiempo, para restructuración, alambres, postes y goteros, para poner en marcha viñedos de regadíos de grandes producciones. Esta situación ha saturado la oferta, generando excedentes que el mercado no es capaz de asimilar, con el resultado del derrumbe de los precios, y con una lógica bajada de calidad.

Con estos mimbres tan dramáticos, no me queda mas remedio que lanzar la pregunta, ¿cuál es la vacuna? ¿Tenemos que confiar en los mismos de siempre- políticos, sindicatos, asociaciones, etc.-? ¿Seguimos las mismas políticas continuistas e intervencionistas? ¿Seguimos pagando por reestructurar para producir más?

Dejo estas preguntas en el aire, pero creo que la inactividad y el continuismo conducen siempre irremisiblemente al caos. Es preciso dinamismo y acierto, y espero que, más pronto que tarde, de una vez por todas, el vino de Castilla-La Mancha salga de su miserable y peculiar pandemia.

Luis Jiménez

Enólogo