Fiestas de la vendimia ¿o festivales?
El primero de septiembre aparecí por esa joya medieval que es la ciudad de Olite donde, durante todo el fin de semana, la Cofradía del Vino de Navarra celebró la Fiesta de la Vendimia. Lógicamente me detuve, vi, escuché, hablé con conocidos y caté algunos vinos navarros de calidad y personalidad más que notables.
Es curioso que, desde finales de agosto a mediados de septiembre, abundan por toda la geografía nacional estas fiestas, organizadas por cofradías, asociaciones, ayuntamientos… muchas de ellas coincidiendo con las fiestas patronales. No sé, pero quizás sería preferible que se celebrase el final de un trabajo duro e intenso y no comenzar a vendimiar con el cuerpo castigado de la juerga.
Por las fechas en que se iniciaron muchas de ellas (Valdepeñas 1953, Logroño 1957) y el hecho de su coincidencia con las fiestas patronales (Virgen de la Consolación, San Mateo), en algún sitio leí que fueron el resultante de la disputa entre Nacional-Sindicalismo y Nacional-Catolicismo del fenecido régimen. Otras se desarrollaron con posterioridad de una manera más natural. Todas han ido tomando relevancia, nunca faltan famosos ¡qué bajito vi a Manu Zapata! y, por supuesto políticos que prometen una vendimia buena, bonita y bien remunerada. Pero, insisto, ¿no sería mejor celebrarlas al final? Tranquilos, con la uva recogida y el precio asegurado. O sea, cuando hay algo que celebrar.
Porque visto el panorama, que casi todos los años se repite, a estas alturas deberíamos estar pendientes de la sequía, de las tormentas, de la maduración y también de los precios. A pesar de la maravillosa Ley de la Cadena Agroalimentaria siguen la rumorología, las “tablillas” y las amenazas de inspecciones y sanciones de la Consejería correspondiente. En 2014 escribí sobre el asunto y poco hemos avanzado. Seguimos más pendientes de las “tablillas” (¿son un contrato?) o de los comentarios de barra de bar que de la evolución de la uva, de la DANA o de la organización de la vendimia.
Han trascendido a la prensa generalista el dramático caso de la DO Cava, precios de risa, manifestaciones, enfrentamientos entre grupos de bodegas y acusaciones gravísimas entre distintas denominaciones. Sin que la cizaña política deje de estar presente. Panorama desolador. En otras zonas todavía no se han digerido los errores de la pasada campaña. El más grave, “comerse” uva que no sería ni apta para la vinificación, dando un paso hacia atrás de lo que decían en 2014 y sobre lo que, perdón por volver a auto citarme, también escribí con escepticismo. Ante la perspectiva de una cosecha corta a causa de la sequía –dramática en algunas viñas- surgen las expectativas de unos precios mejores, pero las existencias de vinos del año pasado –elevadas y de mala calidad- que al final resultan frustradas. Aquí hemos retrocedido.
Vaya, que la vendimia en estas fechas se parece más a un festival –tragicómico- que a una fiesta a celebrar. Por eso sería mejor esperar al final de un trabajo estresante cuyo resultado debería ser un vino de calidad y una remuneración digna tras estar un año mirando al cielo.
Consultor y enólogo
Enólogo que escribe a ratos sobre los temas de los que sabe algo, o eso creo.
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