“El placer por el placer”

Deberíamos aprender de los americanos y no obsesionarnos por fomentar el consumo de vino exclusivamente acompañado de cualquier tipo de comida, porque de esta forma estamos dando de lado a numerosos momentos de consumo y no aprovechamos todo el potencial emocional en el que podemos envolver al néctar de los Dioses que diría Baco.

No son pocas las escenas de películas “made in USA” en las que se recibe al pariente o a la parienta con una copa de vino después de una larga jornada de trabajo. Desde luego, pocas cosas hay en la vida que puedan ayudar a quitarnos el estrés diario como una buena copa de vino, si la ocasión es propicia. Los americanos si que lo están sabiendo hacer y, a través de las películas, nos transmiten una forma de vida que no sé si será del todo real, porque a mi me cuesta aún imaginarme a mi mujer con una copa de vino entre el vaho de un reconfortante baño de sales minerales.

Por lo anterior, veo sumamente adecuadas las acciones promocionales en lugares en los que parece vetada la presencia del vino, como en las discotecas, donde podríamos tener un aliado en nuestra lucha por ganar adeptos entre los jóvenes españoles, una vez cumplida la mayoría de edad. Tenemos que ganar a este gran público, pero quitarle sofistificación a su entrada en el mundo del vino. Y si ha de ser a través del Lambrusco o de derivados del vino como la sangría o el tinto de verano no se nos deben caer los anillos. Hace unos años visité en Cognac la destilería de la mítica marca Remy Martin y, en su video promocional, exhibían a un grupo de japoneses disfrutando de esta bebida en vaso de tubo y acompañado de lo que parecía ser un zumo de piña. Y se mostraba esta acción de consumo sin ningún tipo de pudor…

Está claro que el vino es un producto social, pero se trata de eso mismo: de compartir. De compartir experiencias y vivencias especiales en nuestra vida y no reducirlo tan sólo a comidas de negocios, de empresa o celebraciones familiares. En el día a día, tratar de elegir el vino que nos haga sentir más especial, más allá de que estemos pensando en los clichés tradicionales para su acompañamiento. Porque igual nos sirve un puñado de frutos secos.

Como no sepamos hacer que los jóvenes españoles entren en el mundo del vino, sin caer demasiado en aspectos cursis de su Cultura, desde luego tendremos la batalla perdida. Tendremos por tanto que tratar de fomentar “el placer por el placer”, utilizando sus signos, haciendo guiños a culturas alternativas como el “manga”, que provocó una auténtica moda de consumo de vino entre los jóvenes japoneses. Igual hay que adecuarse a nuevos formatos y a nuevas formas de hacerles ver todo lo que rodea a una botella de vino, sin cansarles.

Por lo demás, está claro que el vino es una bebida alcohólica y que detrás del alcohol se esconden miles de dramas familiares. Pero, desde luego, cuando llega un fin de semana y el coche está en el garage, creo que es muchísimo más sano tomarse 4 ó 5 copas de vino un sábado por la noche, acompañado de amigos, que un sólo cubata de alcoholes destilados.

Se entiende que, mirando a la galería, y a las instituciones el lenguaje ha de ser matizado y moderado, pero, desgraciadamente, al vino se le ha masacrado injustamente, cuando, históricamente, el problema con el alcohol no ha tenido apenas que ver con el vino, de la misma forma que nuestros jóvenes tampoco lo suelen incluir en sus combinados de fin de semana.

Entiendo que no es fácil, pero si lográramos transmitir el placer que supone degustar un buen vino en una buena copa, con aperitivo o sin él, y el ambiente social que se genera en torno a él, podríamos descubrir infinitud de momentos para disfrutar, más allá de sus propiedades beneficiosas para la salud cuando es tomado con moderación, simplemente por placer.