El “naming” o cómo un nombre puede ser garantía de éxito

Al margen de los nombres estrambóticos que les han puesto a algunas marcas de vinos en las últimas fechas, como un vino almeriense llamado Las tetas de la sacristana, está claro que la elección de un buen nombre puede ayudarnos a la hora de comercializar un buen vino.
La creatividad se está agudizando y sorprende que vuelva la moda surgida hace unos 15 años de marcas de comercializadoras donde la bodega no es lo importante, algo que se había dejado de lado, en parte, ante la importancia inusitada que se le había dado a poder visitar la bodega y poder saber de primera mano todos los pasos de la elaboración.
En una de las últimas ferias a las que he asistido he podido ver un nombre que me ha llamado especialmente la atención y eso es mucho en un hábitat en el que confluyen más de 20.000 marcas de vino de las más de 6.000 bodegas que hay en la actualidad en nuestro país. Es de la DO Vinos de Madrid y se llama Chulapa y, según se comenta en la web de la comercializadora In the Mood of Wine, “es un vino deliciosamente afrutado y sedoso, inspirado en las animadas noches de verano madrileñas”. Sin duda, un way of life y un glamour que se quiere transmitir con esta creación de la prestigiosa enóloga Julia del Castillo.
Otros nombres que están dando que hablar son los propuestos por la comercializadora EXPORTO, que ha “creado” marcas como MMM –Macho Man Monastrell-, El Gordo del Circo o The Invisible Man. No se trata, por tanto, de copiar nombres que han tenido éxito, cambiando tan sólo un par de letras para tratar de crear confusión y pescar en río revuelto, sino en evocar sensaciones y crear juegos de palabras. En esta línea se sitúa el vino Luna Lunera, vestido eficientemente por la creativa gallega Marta Lojo, elaborado en la bodega albaceteña Dehesa de Luna, de La Roda.
En ocasiones, hay incluso golpes de suerte, dado que la marca de la bodega madrileña Andrés Díaz, ubicada en Navalcarnero, D’Orio significa en chino “buena suerte”, algo que les puede ayudar, junto a su calidad y su sobrio diseño en negro a vender vino en el Gigante Asiático.
Claro que, a veces, como dice mi amigo Javier Escobar, hay que pedirles algo de coherencia a los nombres de vino. El ejemplo paradigmático es la marca de Bodegas Iniesta, Corazón Loco, viendo lo sosegado, aplicado y correcto que siempre es el bueno de Andrés.
Muchos nombres de vino se nos podrían haber ocurrido a cualquiera, aunque hay numerosas firmas de propiedad intelectual que registran numerosas marcas de vino, de la clase 33, todos los años para evitarnos sorpresas o conflictos jurídicos con otras referencias, al margen de la rapidez con la que podemos utilizar estas marcas.
Lo que está claro es que, con el caso de Pata Negra como marca “multi-denominación”, muchas cosas han cambiado, menos que un buen nombre pueda ayudarnos un poco a vender nuestro paño, que en el arca no se vende solo.
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José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.
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