El lado oscuro

Las regañinas, las patadas a la silla, las presiones y los vetos no son ajenos en el mundo del vino a los periodistas que escriben u opinan habitualmente, a pesar de que la mayoría de los que copamos muchas de estas columnas lo hacemos por el amor que proferimos a nuestro líquido elemento y no tenemos intereses concretos.

Con la salvedad de la honestidad y la ética que se nos debe exigir como informadores u opinadores de este sector, quiero matizar que las columnas de opinión, como su propio nombre indican, permiten una mayor libertad de expresión, siempre y cuando se cimenten en algunos hechos objetivos, aunque tampoco se escapan de los subterfugios de quienes no saben asumir ciertas críticas o comentarios o el papel social que interpretamos los periodistas. Al final, “lobbys” e intereses los hay en todos los sectores, incluido el vino.

A título particular, comentaré que, con mucha educación y con muy buenas formas, el alto directivo de una importante indicación de calidad contactó conmigo sobre un escándalo que afectó a las calificaciones de vinos de dudosa calidad con el marchamo de una zona concreta. Había entendido perfectamente de qué se trataba, y sabía de qué DO estaba hablando, aunque quiso conocerlo de primera mano. Le comenté que podía ser más explícito, hablando a las claras de la indicación vinícola y hacer una aclaración sobre el texto, aunque pensó, -con acierto- que era peor el remedio que la enfermedad y se quedó todo ahí.

Ahora, como suele pasar con los cobardes, un responsable de un sector le comenta a un periodista amigo mío que la próxima vez que hable sobre un tema que a él le afecta “nos veremos en los Juzgados”, sin entender que el que esto suscribe lleva más de 20 años informando sobre vino y que soy periodista licenciado en Ciencias de la Información.

Hay “mindundis” que no sólo se han atrevido a aprovecharse de forma particular y pecuniaria de la posición pública que ostentan o han ostentado, sino que, además, los pillan “con el carrito del helado” y encima se dedican a dar empellones, en lugar de agachar las orejas y desaparecer del mapa.

Pues bien, para eso están los periodistas, para sacar a la luz actitudes propias del lado oscuro y para denunciar intentos de que amilanar a alguien, simplemente porque se creen muy listos y porque no entiendan que la Constitución ampara en varios artículos la labor del periodista, siempre y cuando que nos conozcamos al dedillo la Ley Orgánica de 5 de mayo del 82 sobre el Derecho a la Intimidad y a la Propia Imagen.

Perdonad que no sea más explícito, pero personajes tan tenebrosos como éste no merece la pena ni que se les nombre y conviene que estén cuanto más lejos mejor del maravilloso mundo del vino.