¿El fin de los vinos más baratos?

El vino es uno de los productos más democráticos que hay, porque lo encontramos en el mercado con múltiples tipos y procedencias y desde una franja que puede ir desde los 0,50 hasta los 200 euros, por poner un techo más o menos lógico, aunque muchos se escapan de esta cifra. No obstante, en los últimos meses se vislumbra que se va a acotar mucho má
Hace poco más de un año, el hectógrado de vino a granel –multiplicando sobre 12 grados en un vino tinto- se pagaba a unas 330 pesetas (0,24€/litro y 0,18€/botella ¾), mientras que ahora supera las 800 pesetas (0,58€/litro y 0,43€/botella ¾) y en algunas zonas tradicionales de este mercado se ha llegado incluso a las 880 pesetas.
Si a lo anterior, sumamos las condiciones de pago por la escasez de oferta, sumamos algún céntimo más de salida como coste financiero, lo que penaliza a los operadores que llevan en su portfolio vinos sin indicación geográfica como “señuelo” para poder introducir otras referencias de más valor añadido en el conjunto del pedido.
Además, con unos precios de las uvas hasta un 80 por ciento más caros que el año pasado en algunas zonas, como consecuencia de una cosecha menor, se dibuja un panorama que está obligando a las bodegas a iniciar una importante “guerra de precios”, subiendo al alza sobre un 20 por ciento de una tacada sus tarifas, algo que se hace mucho más evidente, como es lógico, en los vinos de menor valor. La subida, desde luego, no es tan importante como el incremento de la materia prima, lo que denota que los márgenes eran bastante amplios.
Lejos han quedado las tácticas de los grandes operadores de pescar en río revuelto cuando iba avanzando el año y las cooperativas necesitaban vaciar sus tanques para preparar la nueva vendimia. Ahora cobran prácticamente por adelantado y el pacto en los precios sólo se respeta unas horas al mejor postor. En este difícil panorama se comenta que algunas bodegas están comprando vino a un ritmo vertiginoso para poder “controlar” el mercado, al margen de que en nuestro país tan sólo 3 ó 4 grandes compañías están en condiciones de hacerlo. Como denominador común, tienen instalaciones enormes, bodegas situadas estratégicamente en numerosos puntos y puntos de recogida o bodegas afines en muchas zonas de producción.
Lo anterior obliga a afilar aún más el lápiz a la hora de hacer los escandallos, con especial avidez cuando se trata de mercados de precio como Brasil o China, dado que un solo céntimo nos puede hacer perder mucho dinero. Además, en todos los mercados se penalizan bastante los dientes de sierra en los precios, en un producto de sustitución como es el vino, a pesar de la indudable salud de la que gozan numerosas marcas.
En este escenario nos encontraremos con que se penaliza al consumidor habitual de vino económico, con gran repetición en la compra y para consumir mezclado principalmente, y a un gran número de potenciales consumidores que, por unos céntimos más, podrán disfrutar de vinos con denominación de origen, pese a que, como es lógico, también subirán.
No obstante, mientras sigamos encontrando promociones, operaciones de derribo o marcas blancas tan agresivas como las de Mercadona, muchos se plantearán si determinados vinos quedarán sólo para cocinar y poco más.
Y la misma reflexión que ha de hacerse en un lineal los consumidores se la tendrían que hacer los hosteleros para mejorar no sólo los vinos de sus cartas, si no también los vinos de chateo y los que utilizan para elaborar sangrías o tinto de verano, aunque eso es harina de otro costal…
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