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El enoturismo no es obligatorio (para las bodegas)

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En la variedad está el disgusto
En la variedad está el disgusto

“Como no lo hagas bien, puedes perder marca y reputación”. Quizás esta frase, que parece brutal, sea la mejor enseñanza del II Foro de Enoturismo.

Por segunda vez el Club de Marketing de la Rioja ha reunido a expertos en enoturismo, turismo y comunicación para debatir sobre un área de negocio vinculado al vino, pero que es totalmente diferente. Además en este foro se presentaron distintos casos prácticos y vías de comercialización. El programa del mismo está en la web y también es posible descargarse algunas ponencias.

Uno, en su ignorancia, pensaba que el enoturista era el que pagaba por entrar a bodega, pero es algo más. Es uno más de los millones de clientes de un negocio global que mueve unas cifras de mareo. Como todo negocio ha ido evolucionando y convirtiéndose en algo más complejo en el que, como en todo proyecto, hace falta definir unos objetivos y diseñar una estrategia. Los objetivos pueden ser: incrementar los ingresos por ventas de entradas y vino, fidelizar al cliente, ser una herramienta de publicidad o aumentar beneficios por venta adicional de otros productos. Lógicamente todo no se puede conseguir y habrá que establecer prioridades que definirán la estrategia a seguir.

Iñaki Gaztelumendi se preguntaba: si se come y se bebe al mismo tiempo ¿por qué se habla de turismo gastronómico y de turismo enológico? También habló sobre la evolución del turismo hacia la búsqueda de los elementos identitarios del destino, evitando la masificación de nefasta influencia en el mismo (sostenibilidad, qué curioso) y además permite incorporar el sector primario al turístico. Por lo que el “gastro” o “eno” turista es una forma de turista cultural que aprecia autenticidad y origen de los productos, busca convivir y socializar con los “aborígenes” (turismo experiencial). El “producto” también es paisaje, paisanaje, patrimonio cultural…Todo con un enfoque a calidad, sostenibilidad y confianza. Dejó otra perla “la relación precio del vino vs. precio del enoturismo debe ser equilibrada”.

Damiá Serrano hizo hincapié en reflexionar sobre lo que busca el enoturista, o el viajero en general, y fue parco: viaja por placer (así que ojo a las cuestiones técnicas en las visitas) buscando algo único y auténtico. Ser único es complicado, pero hay que huir de lo que hacen todos y ahí sugirió pasar del “marketing de enoturismo” al “marketing de management”, en el que el turista gestiona lo que quiere hacer en el destino, para lo que hace falta tener muy bien trabajado el “marketing de contenidos”.

También habló sobres cómo mejorar las experiencias enoturísticas: ajustando la oferta a la demanda, vendiendo el porqué y no el qué; diseñando mensajes claros y bien construidos, que sean como una semilla plantada en el cliente; aptitud enoturística, no se vende vino, se vende la experiencia, el vino es el souvenir; implicar a la comunidad local, el turista es un residente temporal, como comentó Gaztelumendi; buscar al enoturista en su estilo de vida, no en su origen (en Napa Valley el 50% de los turistas viven a menos de 90 kilómetros), además, no hay datos de dónde vienen; la competencia no es tu bodega vecina, es Marbella. Los canales comerciales de vino y turismo son diferentes, y eso hay que trabajarlo.

Algunas respuestas dieron otros dos ponentes. José Lacomba  de Viajeros del vino habló del canal on-line, en el cual la decisión de compra se toma en casa delante del ordenador, y la estrategia pasa por generar contenidos originales de interés para el cliente, sin obsesionarse en el posicionamiento SEO, pero involucrando a los medios de comunicación. Cristina Alonso de Rutas de Vino-Vintage Spain presentó la óptica de una agencia de viajes especializada y dio una serie de consejos prácticos sobre lo que se debe y no se debe hacer con una visita. Dos puntos a destacar: lo más importante es el personal y potenciar la venta con sutilidad.

En resumen, el enoturismo es otro negocio que necesita de estrategia, recursos e inversiones, como demostraron las ponencias de Alta Alella privat, presentada por Valérie Vieilleux, y Castello Banfi de Toscana, presentada por Juan Miquel Truyolls. Si no lo tienes claro no te metas.

 

 

Javier Escobar  
Químico Industrial y Enólogo

 

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