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Cerrando botellas (IX) Y llegaron los sintéticos de inyección

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En la variedad está el disgusto
En la variedad está el disgusto

Antes o después tenía que llegar un cierre alternativo al corcho natural con características parecidas, era una cuestión de tiempo y/o de oportunidad.

Parece ser que el primer intento fue en Francia en los años ’70, pero por cuestiones de oportunidad y calidad no funcionó. Sin embargo, los tiempos adelantan que es una barbaridad y, como ya se ha comentado, en los ’90 comenzaron a aparecer alternativas. Si el “plástico” se usaba como recipiente para agua, aceite y otros productos alimentarios ¿qué problema habría con el vino? Además se usaba para juguetes de niños y bebés, por lo que el miedo a las posibles contaminaciones desapareció. Si a eso se añade una fuerte presión al mercado británico por parte de los países del “Nuevo Mundo”, con su correspondiente campaña de marketing, la resistencia del sector comenzó a ceder; el cliente manda.

Lo primero es saber de qué están hechos, ya que el término “plástico” es tan amplio como ambiguo y “silicona” es simplemente falso. Lo correcto es hablar de elastómeros y en particular de los termoplásticos. Entre ellos están el Polietileno (PE) de muy baja densidad, que es el  más utilizado en el mundo alimentario; el Estireno-Vinil-Acetato (EVA), que al parecer cede olores; el Estireno-Etileno-Butadieno-Estireno (SEBS), que pertenece al grupo del caucho y el Estireno-Butadieno-Estireno (SBS), siendo estos dos últimos los que más gustan a la gente con la que he hablado para cerrar botellas de vino.

El cómo se hacen no parece complicado a priori. Se funde el “plástico” y se introduce en un molde con la forma y las dimensiones del tapón junto a una sustancia que genere burbujas, en unos casos CO2 o Nitrógeno y en otros una mezcla de Ácido Cítrico y Bicarbonato Sódico, su función es crear una emulsión uniforme. Al dosificar el espumante, hincha contra las paredes quedando una parte, de un milímetro aproximadamente, que no espuma y, al contacto con el molde, queda lisa. Así pues, la parte espumada aporta elasticidad y la lisa estanqueidad, siendo lo más importante el tipo de espumante que se use. En esta fase se controla la dosificación, por peso o volumen inyectados, para que la densidad –variable fundamental en este tipo de tapón- sea constante. También se controla la temperatura y principalmente la puesta en marcha de la fabricación, durante esta se hacen controles periódicos de densidad, dimensionales, etc. Una vez enfriados salen del molde y siguen un proceso parecido al del corcho, marcar –sólo en el cilindro- y el tratamiento superficial. Estas operaciones son más fáciles al efectuarse sobre superficies homogéneas.

Lógicamente, se le hacen una serie de verificaciones como fuerza de extracción, capilaridad –de dentro afuera y viceversa- y los lotes están perfectamente trazados desde la recepción de la materia prima a la expedición. Algo que nos preocupa a todos son la posibles migraciones, pero el sector del plástico es muy tecnológico y cuenta con certificaciones y centros de los más avanzados, por otro lado la parte en contacto con el vino es de unos 2 cm2, cuando en una botella de agua mineral es mucho mayor y no nos asustamos. Además su legislación es más restrictiva que la del corcho microgranulado, ya que aplica la normativa del “plástico” y no la del corcho.

Los controles en bodega no difieren de los de fábrica. Peso y densidad son críticos, puesto que esta última define las características del cierre y su elección dependerá del tiempo previsto de estancia del vino en botella. En las páginas web de los fabricantes recomiendan el tapón a usar en función de estas variables. Otra característica a tener en cuenta es el tiempo de retaponado, o sea el tiempo durante el cual el tapón puede volver a ser introducido tras el descorche, en vinos que se sirven en barra o para un consumo casero moderado es importante. Hay algún modelo patentado cuyo diseño permite el retaponado con gran aceptación en la hostelería.

Y poco más que decir, es una alternativa que está ahí y da pena escuchar a profesionales de los elastómeros quejarse de que ir a algunas bodegas a enseñarles cómo se usa y controla una encorchadora. También cuando el rechazo se basa en impresiones, sensaciones, tras catar un par de botellas y no con argumentos estadísticos claros. Si no gustan los tapones sintéticos porque son sintéticos y se tiene rechazo, se dice "claro" y nadie pierde el tiempo.

Por último gracias a Excellent Cork y en especial a Carlos Valero por perder su tiempo conmigo y por la excelente información aportada.

 

 

Javier Escobar  
Químico Industrial y Enólogo

 

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