Catas amenas

Me sorprende gratamente que se haya intensificado la actividad de enólogos, sumilleres, expertos, tiendas especializadas y establecimientos de hostelería en los últimos tiempos, materializada en catas y armonizaciones de todo tipo de productos en torno al vino, aunque también con el tirón que tienen otros productos como, por ejemplo, las cervezas artesanas.

Además, se trae algo de frescura eliminando muchos clichés, desplegando maridajes de vino y queso e intentando hacer mucho más sugerentes y atractivas las catas. Me comentaba una amiga que para el Día de los Enamorados desarrollaron una cata temática donde todo estaba orientado al erotismo y donde había que seguir todas las pautas regladas en una escaleta creada a tal efecto.

Sin duda, hay que buscar nuevas fórmulas y, sobre todo, no caer en la parafernalia y en el esnobismo que ha apartado del increíble mundo del vino a muchos potenciales adeptos. Utilicemos un lenguaje más llano, digamos “helecho” en lugar de “sotobosque” y cuidemos que todos los detalles conduzcan al disfrute pleno de la bebida báquica.

Y en este punto, salvo que nos enfrentemos a un auditorio experto, es casi tan importante explotar las dotes y habilidades comunicativas como lo que comuniquemos, dado que hay mucho de sugestión en todo esto. A pesar de que acumulemos cientos y cientos de vinos catados al año, seamos humildes y dejemos intervenir a nuestros interlocutores, por muy noveles que sean en esta tarea.

En parte estamos volviendo a esas reuniones de finales de la década de los 90 en la que irrumpió parte de la actual Cultura del Vino, ejemplificada en su día en grandes espacios en dominicales. Eso sí, ahora los amantes del vino tenemos la suerte de poder disfrutar de grandes marcas a unos precios mucho más asequibles que por aquel entonces, cuando los precios se desorbitaron de la mano de los denominados “bodegueros del ladrillo”, que inundaron el mercado de vino a altos precios, muchos de los cuales acababan a precio de derribo en supermercados de hard discount.

Es más, ese afán que enarbolan muchos colectivos de amantes del vino de territorios concretos se ha extendido para conocer los vinos que se están elaborando en el conjunto del país, hasta el punto de que se crean debates entre socios para no perder la referencia de la zona a la que se adscriben, aunque, cuanto más se cata -y de más zonas-, más se quiere catar

Hace no mucho tiempo, estuve en una cata de queso y, pese a que se trataba de un experto, la sesión aburría hasta las ovejas por la desgana y los escasos gestos del ponente, que más bien parecía haber dado el play en un antiguo cassette que adecuarse a un auditorio que no hacía más que bostezar. E insisto en esto porque tenemos que mirar a nuestro auditorio, ver diferentes caras amigas y actuar sobre la marcha para adecuar el mensaje a nuestros receptores o dar más viveza o retardar el tempo de nuestro análisis organoléptico.

Y es que los grandes oradores, guías de turismo, catadores -o lo que queremos- se caracterizan por ser capaces de cambiar continuamente de registro para dar naturalidad a las explicaciones, combinándolas con un buen número de chascarrillos o vivencias únicas surgidas en torno al vino. Una de las que más recuerdo vino de un profesor que tuve en el máster que cursé hace 15 años. Al ser preguntado el monitor sobre la conveniencia de airear vinos con bastante crianza, éste respondió con un contundente depende, explicando que en ocasiones es bueno beber vinos cerrados y disfrutarlos paulatinamente conforme se van oxigenando y abriendo.

Acto seguido continuó diciendo: “eso es como si tu mujer te recibe un día en picardías y se contonea sugerentemente. No le vas a decir: vengo dentro de 30 minutos”.

José Luis Martínez Díaz Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV. Artículos Relacionados