Alimentaria, espejo del sector

Tradicionalmente, Alimentaria siempre ha sido un fiel escaparate del sector del vino, de sus miedos, de sus expectativas.

Sin ir más lejos, hace dos años, el pabellón -o Palacio como le llaman allí- 3 estaba dedicado íntegramente a INTERVIN. Hace unos días, el sector vinícola ha compartido espacio con OLIVARIA y, además, han sido las Comunidades Autónomas, con sus grandes construcciones para albergar a numerosas bodegas en compartimentos estanco de igual diseño, las que han salvado los muebles de la feria de Barcelona en lo que a bodegas se refiere. Sólo gracias a las “macro-construcciones” de los laterales del Palacio 3, donde se ubicaban Gobiernos Regionales y algunas de las denominaciones de origen más importantes, se ha dejado de ver demasiado cemento, como se presumía en los primeros días de montaje.

Definitivamente, los stands siempre han sido un termómetro importantísimo sobre la economía del sector del vino en Alimentaria, aunque se ha pasado de construcciones faraónicas a expositores funcionales en los que el producto ha ido cobrando protagonismo, más allá del afán corporativo que les gusta propagar a los bodegueros. En la denominada “milla de oro”, en la letra D del pasillo central y hacia el centro del pabellón, han convivido en ediciones anteriores stands de más de 200.000 euros, siendo todo un clásico ver cómo competían las construcciones de Codorniú, Félix Solís, Freixenet, etc. Juegos interactivos o llamativos “video-worlds” suponían importantes reclamos para atraer a los visitantes o generar actividades alternativas.

Además, desde que hace un par de ediciones se inauguró la conocida “espina dorsal” que cruza todos los pabellones de Fira Gran Vía, los diseñadores se esforzaban en que también se hicieran visibles sus arquitecturas efímeras desde arriba. Que te localizaran a vista de pájaro se hacía clave para asegurar numerosas visitas.

Hablando con varias empresas de montaje, me comentan que ahora la excusa a la falta de fondos económicos es que “todos los stands se han hecho más minimalistas”. Ejemplos hay de espacios de bodegas donde lo más significativo eran enormes butacones. Menos mal que también hubo detalles de creatividad de firmas que tienen al arte como bandera como Enate, que acogió en sus estanterías libros antiguos, llevando a lugar de culto común el vino y la cultura, porque, ya saben, como reza el dicho: “El vino, cuando no es cultura, es alcoholismo”.

Me dicen que se ha pasado en cuatro años de stands de grandes firmas que superaban los 200 metros cuadrados de 200 a unos 30.000 euros en stands de suelo libre, alargando mucho más la vida útil de las construcciones, que, raramente, superaban los 2 ó 3 montajes seguidos. El cristal ha dado paso a las lonas y, dentro de lo efímero, hay muchos materiales aún más susceptibles de rebaja económica. Además, se ha hecho palpable el descenso del número de metros en los expositores de suelo libre, superando muy raramente los 150 metros cuadrados en el caso de grandes firmas, muchas de las cuales han podido verse en esta edición reducidos a stands modulares de 9 metros.

Claro que, tanto organización como expositores, tendrían que hacer una importante reflexión. ¿Sería posible bajar los precios del suelo para lograr una mayor afluencia de expositores o una mejor presencia de los mismos?

No es comparable, pero un stand de 70 metros en Barcelona supera los 14.000 euros sólo en espacio físico, frente a los 800 euros que cuesta en FENAVIN en Ciudad Real, a pesar de que, desgraciadamente, las instalaciones del recinto castellanomanchego no son, ni mucho menos, las mismas, sobre todo si no estás ubicado en el pabellón central y estás relegado a una de las carpas. Hace años, cuando no estábamos sumidos en la actual situación, se planeó la construcción de un “macro-pabellón ferial” a escasos kilómetros de Ciudad Real del que ya casi nadie se acuerda, como de su aeropuerto.

No obstante, estar en una feria es sumamente importante, porque pueden surgir contactos o ventas directas e incluso se disipan las dudas sobre la situación económica de muchas firmas, que se dispararían en caso contrario. Se habla de que las ferias son más que nada en la actualidad Relaciones Públicas, sobre todo para atender y fidelizar clientes, distribuidores, responsables de Compras de grandes cadenas, etc. Eso y el paraíso de los comerciales de empresas especializadas en el sector. Este año 2012 tocaba recoger tarjetas de firmas que presentan los port-folios de producto en Ipad y todos los dispositivos de este tipo, dudando muchas veces si estás allí para vender o para que te vendan.

Por muchas de las cuestiones anteriores, lo que se plantean muchos directivos es si se justifican 20, 30 o 40.000 euros –por decir una cantidad- en una feria que, recientemente, ha pasado de 5 días de celebración a 4 y que mucho me temo que se verá reducida a tres para adecuarse a los tiempos que corren. Algún directivo podría pensar que un plan de publicidad en medios especializados podría reportarle muchos más beneficios.

Pero, es más, había firmas como García Carrión que, directamente, no estaban o Consejos Reguladores que quedaban reducidos a poco más de 6 metros cuadrados, muchos de ellos con gran tradición.

Por si fuera poco, en todo este panorama, la última jornada de Alimentaria coincidió con la Huelga General del 29-M, que provocó la estampida de algunos expositores en la desde el miércoles por la tarde-noche.

Decíamos que la feria es como un termómetro del sector. Y ha pasado Alimentaria porque todo pasa en esta vida, aunque se mantiene la incertidumbre por disponer de vino con garantías para seguir creciendo en Exportación, como hasta ahora, a pesar de que puede obedecer a una situación coyuntural y a un precio demasiado alto. Al final, como dice el refrán, “cada uno habla de la feria, según le va”.