A propósito de Campo (II)
El Instituto de Masters Wine ha hecho un flaco favor, en mi opinión, al mundo del vino, cortando de golpe las pesquisas de una, más que probable, conducta impropia de sus miembros, en este caso Pancho Campo.
“Muerto el perro, se acabó la rabia”, puede haber llevado al extremo el afamado órgano colegiado como argumentación, aunque se me antoja un razonamiento, como poco, bastante burdo, al entender que huelga continuar con el procedimiento, y hacerlo público, una vez conocida la renuncia del profesional puesto en tela de juicio.
Es algo así como si nos fuera a llegar una multa de tráfico y nos pusiéramos en contacto con la DGT para decir: “No voy a conducir más, dejo aquí mi carné”. La respuesta extrapolable, de forma exagerada, sería algo así como: “Vale, pues ya no le ponemos la multa y, además, sabemos a ciencia cierta que no va a conducir más”. Y esto, a pesar de que hay múltiples actividades asociadas empresarialmente a Campo, que tienen al vino como eje principal, aunque ahora se nos aclare que el futuro profesional de Pancho volverá a unirse a la organización de eventos musicales y deportivos, como en sus inicios.
Lo que tampoco entiendo es cómo se ha filtrado la posible inhabilitación de dos a tres años o incluso la expulsión de Pancho Campo como componente del IMW -algo que se supone que ya no va a hacerse público-, según varias fuentes periodísticas, lo que nos puede llevar a pensar que esta renuncia puede ser algo así como “ponerse la venda, antes de recibir el cantazo”, que reza otro refrán.
Porque, si no tienes nada que temer, no tienes por qué renunciar a tu profesión y a tu vocación, porque el mundo del vino tiene mucho de vocacional. No es un mero oficio en si, si no que requiere casi una forma de vida, como bien sabemos los que amamos día a día el vino. Si se renuncia tan abiertamente a un “hobby” o a uno de los aspectos profesionales más importantes de tu vida laboral, se puede llegar a pensar que todo ha sido “instrumentalización” y medios para lograr nuestros propios fines crematísticos, sin entrar en el componente ético de posibles argucias y actuaciones, porque no es lo mismo hacer valer una capacitación profesional que hacer un uso abusivo de un cargo, como ha podido ser el caso. Eso es un razonamiento totalmente “teleologista”, donde se puede dar cabida a casi todo, arrasando con la imagen metódica, concienzuda y profesional de numerosos expertos en nuestro país.
Como decía en un artículo publicado hace semanas en este mismo foro, lo que más me preocupaba era lo mal parado que podía quedar el sector del vino, algo que me molesta especialmente, porque a mi, como a muchos otros amantes de nuestra “bebida dionisíaca”, no nos gusta que se banalice sobre una actividad que es nuestra pasión y/o nuestra forma de vida.
Desde luego, ni la investigación policíaca encargada por el gurú Robert Parker, recibido como un Jefe de Estado en su visita a nuestro país, que desembocó en la salida por la puerta de atras de Jay Miller de The Wine Advocate, ni la decisión del Instituto Masters of Wine han limpiado la sobra de duda que queda en numerosísimos profesionales, periodistas especializados, miembros de Comités de Cata, responsables de guías e incluso en gerentes y responsables comerciales de algunas de las bodegas e instituciones que pudieron pasar por el aro en llamas colocado sobre la pista en el denominado “Campogate”.
Como punto final, alabar a periodistas valientes como Alberto Gil, al que tuve la suerte de conocer, a Jim Budd y a todos los que han puesto en jaque y en conocimiento del gran público estas presuntas –a pesar de que estamos en el terreno ético y moral- irregularidades. Claro que ahora no sabemos si simplemente ha tirado el rey en el tablero o si, simplemente, se ha enrocado…
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