El desafío del vino español: más tamaño, sin perder diversidad

Todos sabemos que España es uno de los tres grandes países productores de vino, pero con una peculiaridad, cuenta con menos de 4.000 bodegas, frente a las decenas de miles que operan en Francia e Italia. Esa estructura la hace diferente y más aún en la actualidad, que nos encontramos en un proceso de fusiones y adquisiciones que busca ganar escala y competitividad internacional.
En las últimas semanas se han cerrado operaciones clave, por poner ejemplos en la actualidad Torre Oria ha adquirido Bodegas Berberana para reforzar su expansión exterior. Vintae ha tomado el control total de Vermut El Bandarra tras comprar la participación de Diageo, y la cooperativa Virgen de las Viñas ha integrado San José y Vinícola de Tomelloso, convirtiéndose en la mayor productora de Europa. Tres ejemplos bien diferentes, pero en una misma realidad. A ello se suma el interés de grupos internacionales, como el portugués Sogrape, que ha incorporado bodegas en distintas denominaciones españolas.
No es casualidad. Además varias de las principales compañías ya se han posicionado en distintas DDOO, con el objetivo de ofrecer diversidad en sus carteras tanto en el mercado nacional como en el internacional. Rioja, Ribera, Rueda o Rías Baixas conviven bajo el mismo paraguas empresarial para responder a consumidores que buscan variedad, origen y relato. González Byass, por ejemplo, combina Jerez, Rioja, Somontano, Cava y Rías Baixa. Familia Torres suma proyectos en Penedès, Priorat, Rioja, Rías Baixas o Rueda, mientras que CVNE, Faustino, Marqués de Cáceres, Península Wines, Vintae o Freixenet han desplegado estrategias similares en diferentes regiones. Ni que decir las bodegas Félix Solís y J García Carrión .
Esta diversificación no solo les permite responder a la creciente demanda de variedad del consumidor nacional, sino también presentar un abanico más amplio en los mercados internacionales, donde el relato de origen y la riqueza de estilos son claves para ganar espacio frente a los competidores franceses e italianos.
El objetivo común es claro: Más tamaño para competir y una oferta amplia que seduzca a distintos perfiles de clientes.
Pero el desafío, sin embargo, es no perder la diversidad y singularidad que distinguen al vino a nivel mundial. Esa riqueza no se encuentra solo en los grandes grupos, sino en las miles de pequeñas y medianas bodegas que trabajan de manera artesanal, rescatando variedades autóctonas, elaborando en microviñedos o apostando por la viticultura ecológica y sostenible. Son proyectos que preservan el vínculo con el territorio y mantienen viva una tradición que va más allá del mercado. La cultura del vino como signo de identidad colectiva, donde estas empresas deben de ser cuidadas y mimadas.

CEO Grupo Pomona Keepers S.L. , ex-Presidente Unión Internacional de Enólogos.
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