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El vino y sus historias en la Casa Blanca

Desde los «Founding Fathers» hasta nuestros tiempos, la política estadounidense está repleta de historias en las que el vino llega a ser un personaje protagonista. Empezando por George Washington, hasta Barak Obama, excluyo a Biden que es abstemio, hay anécdotas de vino para todos los gustos en la Casa Blanca.

Os imagináis una cena secreta, en el París de 1790, ¿a que suena a película?, pues es real. Thomas Jefferson, que todavía no era presidente, invitó a una cena secreta a sus rivales Alexander Hamilton y James Madison, el que sería el 4º Presidente de EEUU.

Los comensales comienzan a hablar con una copa de Hermitage blanco, seguido de un Carbonnieux, Burdeos blanco. Continúan con un Chambertin mientras comen «boeuf à la mode». Para terminar, el postre favorito de Jefferson, helado en una masa de hojaldre, acompañado por un champán sin burbujas, mientras debaten sobre el futuro de su país. Dice Prud’homme, en su libro «Dinner with the President«, que este mismo champán, turbio y sin burbujas, había ayudado a Jefferson a conquistar al presidente George Washington.

Claro que conquistar a Washington con un buen vino no era difícil ya que era un gran aficionado e incluso intentó elaborar su propio vino con bastante poco éxito. Al final fue propietario de una importante destilería de Whisky, pero esa es otra historia.

Aunque si hablamos de su relación con el vino, Jefferson daría para una revista entera y no tenemos tanto espacio. Continuemos con su predecesor, James Madison, que era un gran amante del champán.

Volviendo a nuestro tema, a Washington le encantaba el madeira, y siempre finalizaban las cenas de gala en su mansión con una copita de este vino. Además, dicen las malas lenguas que una de sus primeras tareas al llegar a la presidencia  fue llenar La Casa Blanca de buen vino. El encargado de las compras, no fue otro que Thomas Jefferson, que llenó la bodega de Champagne y Burdeos. No faltaron Château DYquem y Château Lafite, … Mal gusto no tenía.

Del que fuera el 3er Presidente, se dice que al regresar a Estados Unidos en plena Revolución Francesa, llevaba en su equipaje 300 botellas de Mersault, Sauternes y Montrachets.

Aunque si hablamos de su relación con el vino, Jefferson daría para una revista entera y no tenemos tanto espacio. Continuemos con su predecesor, James Madison, que era un gran amante del champán.

En el libro «Mint Juleps with Teddy Roosevelt: The complete History of Presidential Drinking«, de Mark Will-Weber, se menciona a Madison hablando del champán como el vino más delicioso del mundo cuando se bebe con moderación, y el que da más dolores de cabeza cuando bebes unas copas de más.

La relación de James Monroe con el vino fue radicalmente distinta. Tras el incendio de La Casa Blanca provocado por los ingleses, el Congreso le dio al Presidente un presupuesto de 50,000$ de la época, que era “una pasta”, para amueblar y decorar el edificio. Este, fan del estilo francés, envió a Samuel Lane a Francia a buscar la decoración y enviar los muebles desde la tierra de Napoleón. Lane, al que le gustaba más la Maison de Borgoña que la «Maison du Monde», gastó gran parte del dinero en botellas de vino, más de 1.200 entre Borgoñas y Champán.  Monroe se vio obligado a vender su plantación para poder pagar todo este desaguisado y murió arruinado, en la casa de su hija.

Saltémonos algunos Presidentes amantes del whisky, la sidra, o simplemente abstemios, para irnos directamente al 35º presidente de los Estados Unidos.

Los Kennedy eran conocidos por su sus elegantes fiestas y la afición de Jacqueline Kennedy por todo lo francés. Los vinos Pouilly-Fuissé, Château Haut-Brion y el champán francés eran parte de los favoritos de la pareja presidencial, que instauró la tradición actual de servir tres vinos diferentes en las Cenas de Estado.

Mientras que a la Sra. Kennedy le gustaba beber Veuve Clicquot en copa de flauta, John F. Kennedy se decantaba por el Dom Pérignon, gracias a su afición por las películas de Bond. Dicen que JFK vio a Sean Connery en Dr. No, en la que el Dom Pérignon del 55 juega su papel, y compró el champán de 007 para agasajar a Konrad Adenaur (Canciller de Alemania Occidental), en 1963.

En las novelas de Ian Fleming, Bond disfruta de un Mouton-Rothschild de 1934 y 1947 y, casualmente o no, JFK sirvió un Mouton de 1953 durante la Cumbre de Viena de 1961.

 

Richard Nixon, era un gran amante del vino caro. Entre sus favoritos estaban Château Lafite Rothschild y Château Margaux; de este último tenía una botella reservada permanentemente en el Club ’21’, que era el local de moda del momento.

Bueno, vamos a lo interesante, dicen que en las cenas de gala, el presidente hacía que los camareros sirvieran a los invitados vinos de baja calidad, tapando la etiqueta con el lito o servilleta, mientras que él se bebía los grandes vinos en el mismo evento. Algo egoísta y «cutrecillo» sí que era.

Nixon fue el último francófilo, en lo que respecta al vino, dentro del Despacho Oval. A partir de la administración de Johnson, se han servido vinos estadounidenses en todas las cenas de estado.

Jimmy Carter, el 39° presidente de los Estados Unidos, ha estado relacionado con el vino de una forma u otra durante gran parte de su vida. Su abuelo, que era agricultor, cultivó 6 hectáreas de viñedo; el ex-presidente, al dejar la presidencia, siguió la tradición familiar en la zona de Plains. Cuando le entrevistó Wine Spectator, en 2005, llevaba 15 años elaborando su propio vino con lo que él llamó «la receta familiar».

«Por lo general, hago que mis hijos y nietos vengan a Plains, generalmente en agosto, y vendimiamos. Tengo una prensa de vino antigua, probablemente de unos 250 años, que alguien me regaló, y el resto de mi equipo lo hice yo mismo«. Jimmy Carter.

Dicen que Reagan empezó a beber por prescripción médica, y continuó haciéndolo toda su vida. También que durante su mandato la Casa Blanca acumuló existencias de los grandes vinos estadounidenses: Beaulieu Vineyards, Robert Mondavi, Buena Vista, Louis Martini, Inglenook, Simi, Sterling, Grgich Hills, Stag’s Leap Wine Cellars, Montelena, Acacia, …

A partir de que ocupase su lugar en el Despacho Oval en 1981, potenció la internalización del vino estadounidense:

  • Se dice que en la comida de la reunión previa a la cumbre de Malta, a finales de los 80, Reagan y George H. W. Bush sirvieron el Iron Horse de Sonoma mientras discutían con Gorbachov.
  • Añas más tarde, ambos bebieron Chandon, Gloria Ferrer y Roederer Estate, en las reuniones con Rémi Gruet en Nuevo México y Westport (Massachusetts).
  • El primer ministro canadiense, Pierre Trudeau, encargó una caja de Jordan Cabernet de 1976 después de conocerlo gracias a Reagan. vino y presidentes
  • Cuando Reagan visitó el Palacio de Buckingham, la Reina le sirvió Firestone. vino y presidentes

Según el actual director de alimentos y bebidas de la Casa Blanca, Daniel Shanks, quien dejó el Domaine Chandon de Napa para asumir ese cargo a partir de la administración Clinton. «Estábamos tratando de demostrar que había algo de gran valor en los EEUU». vino y presidentes

Si hablamos de Bill Clinton, aparte de tener una uva con su apellido y algún que otro escándalo a sus espaldas, es un gran aficionado al vino. De hecho, ya siendo ex presidente, en la cena con Sergio Massa para hablar de la estrategia argentina con el FMI; Massa le regaló al ex inquilino de la Casa Blanca una caja de vino edición especial “The President” de Bodegas Escorihuela. Sabía su afición por los vinos argentinos. vino y presidentes

Para finalizar, podemos recordar a Barak Obama hablando en la cumbre de la industria del vino en Oporto de 2018  sobre el papel que tiene el vino en la protección del planeta.

En sus viajes a Italia ha disfrutado de grandes vinos como Oddero Barolo de 1961, Brunello di Montalcino de 1964 o Sassicaia 2009. Recordar que Obama sirvió un vino de Ribeira Sacra en la Gala de la Hispanidad en Washington D.C.. Subieron las ventas de esta Denominación de Origen de manera exponencial; The Daily Beast, lo denominó el «vino de Obama».vino y presidentes

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