El alma de las bodegas
Cuando por política de empresa no se resalta la figura del bodeguero o de la familia y tradición que eso conlleva -o porque simplemente el capital viene de sectores muy variopintos- o porque ya tiene una dimensión muy grande y sus principales directivos no pueden llegar a todo, en muchas ocasiones, queda gran parte del buen nombre de nuestra compañía en manos de componentes de su organigrama en puestos clave.
Podemos tener magníficos enólogos, responsables de marketing y de otras áreas, pero el elemento diferenciador es cómo trasciende su labor y cómo identificamos a algunos de estos grandes profesionales con las firmas para las que trabajan. No basta con que desarrollen magníficamente su trabajo, sino que es necesario que tengan buenas dotes comunicativas o que se plasme esta realidad de una forma concreta con profesionalidad.
Cuántas veces hemos visto cómo proyectos eficientes, basados en un magnífico viñedo propio, en unas instalaciones impecables o en otros puntos, naufragan porque no dan en la tilde en la elección de trabajadores que marquen la diferencia. Porque la actitud –con “c”- es algo inherente a un determinado perfil de trabajador y a una forma de desenvolverse en la vida laboral muy cercana a los valores que promueve de forma coherente y consecuente en su forma de vida.
De ahí que muchos consultores escudriñen en la actualidad en redes sociales y círculos cercanos a muchos candidatos para analizar numerosas situaciones clave. El culmen de esa identificación nos hace que podamos analizar numerosos ejemplos de responsables de marketing y/o relaciones públicas a los que identificamos rápidamente con la firma a la que representan, en una perfecta simbiosis en la que prácticamente han perdido parte de su individualidad para ser “fulano de tal de la bodega cual”.
Las empresas no son ajenas a esta necesidad y buscan algo de “alma” en el trato con todos los ámbitos en los que se relaciona. Esa profesionalidad la marca la experiencia que la formación y la pasión con la que ese trabajador desarrolla su labor, siguiendo la máxima de que “quien trabaja en lo que le gusta, suele disfrutar haciéndolo”.
Pues lo mismo que dejamos la llave de nuestra caja a un financiero, nuestra imagen no la podemos dejar en manos de cualquiera. Y tan importante es el trato que le damos a un cliente actual o potencial en una mesa en un salón de vinos, como la manera con la que interactuamos en un medio de comunicación o la forma en la que se redacta una nota de prensa. Las veces que vemos la palabra “caldo” desde las propias bodegas denota que, en ocasiones, la elección de una agencia se debe tan sólo a que algún conocido o amigo tiene una empresa de este tipo, lo que se nota a la legua, dado que se trata la información con una precisión cirujana y una deshumanización que nos tira para atrás.
Todo lo contrario que si utilizamos ese “alma” para transmitir una historia, una singularidad, un aspecto de nuestro vino que lo haga único y que nos haga disfrutar e incluso identificar alguna peculiaridad de nuestro vidueño y de toda la cultura que se encierra en una botella y en una copa de vino, tan igual y tan diferente dependiendo de con quién estemos acompañados, de nuestro estado de ánimo…
Y recordad que podemos tener microdepósitos que participan del método Ganímedes, huevos de madera, vinificaciones y pasos por madera supersofisticados, que si no somos capaces de emocionar con la experiencia única de compartir un vino, podremos dedicarnos a otra cosa. Y alguien que encarne todos esos valores, crea en ellos y lo transmita al exterior. Es lo que hacía, por ejemplo, Pascual Herrera, al que conocí como Director del Museo del Vino de Peñafiel cuando era homólogo suyo en el de Valdepeñas, al que identificaron en este museo y últimamente como Presidente de la DO Cigales. D.E.P.
Suscribirse
Reciba nuestras noticias en su email