Los tres saberes
No hay mejor pulso sobre la reactivación, en parte, de la actividad económica en el sector de las bodegas que ver cómo empiezan a despertar interés de nuevo perfiles profesionales ligados al marketing y/o comunicación, aunque aún queden lejos los tiempos previos a 2006 y a lo malacostumbrados que estábamos por esas fechas.
Y es que, por mucho que algunos amemos estas parcelas profesionales, son las primeras que se abandonan en época de vacas flacas.
Para determinadas posiciones, empiezan los consultores a escudriñar determinados perfiles en diferentes redes sociales de forma anónima, en un pulso que se me antoja similar al pequeño repunte que hubo en 2011-2012, antes de la caída en picado de la gran maquinaria sociolaboral y de que algunos todavía pensaran en tiempos pasados, en los que apenas había cambios y en los que no era ciencia ficción jubilarse en la empresa en la que uno entraba casi de adolescente.
Salvo que se trate de empresas de cierta dimensión, no obstante, les sigue sonando raro eso de las 4 P’s y de las estrategias de Comunicación. “Tú, ayúdanos a vender”, es lo que te suelen decir con insistencia, pese a las licenciaturas específicas, másteres o a la trayectoria profesional en la que te hayas desenvuelto en tu Vida Laboral. Por eso mismo, en la actualidad todo es muy relativo y es un lujo decir “no” a ciertas cosas. Ya no es ni siquiera una actitud psicológica con la que tus interlocutores puedan adivinar aspectos de tu forma de ser, sino que es una involución a la que se han tenido que someter infinitud de profesionales.
En el mundo anglosajón, donde hay auténticos especialistas en actividades o tareas muy concretas, son más ajenos a la titulitis que reina en nuestra “piel de toro” y valoran a los profesionales en tanto en cuanto son eficientes en su ámbito específico; mientras que en una Cultura mucho más amplia, con mucha más Historia y con un mayor peso de las Humanidades es como si todos tuvieran que servir para todo.
Eso sí, el cambio de actitud y de positividad, alimentando la empatía y la asertividad ayudan, porque hay que alimentar los tres saberes que nos cualifican como buenos profesionales: el saber, el saber hacer y el saber estar. Porque no basta con que tengamos los conceptos y las ideas; que no sepamos materializarnos; o que no sepamos comportarnos con cualquiera de los interlocutores con los que convivimos día a día en nuestra empresa.
De estos tres saberes, quizá el que sea más difícil explicar sea el “saber hacer”, porque en ocasiones el concepto de equifinalidad nos hace llegar al mismo resultado de diferentes formas; mientras que el que marca nuestra profesionalidad es el saber estar, porque está encharcado de matices éticos y es que más apela sobre nuestra conciencia.
Cuando tratamos siempre con la misma profesionalidad a todo el que nos requiere, sabemos comportarnos, nos buscamos enfrentamientos, no hablamos de política o de aspectos farragosos con alguien al que acabamos de conocer o cuando sabemos aguantar el chaparrón y jugamos con los silencios en reuniones comerciales y/o de trabajo.
De qué me sirve alguien, y que no se me malinterprete, que sale de una prestigiosa escuela de negocios o de una conocida universidad, si luego no sabe mantener las formas en situaciones de tensión o en las que, por ejemplo, hay que hablar de situaciones comprometidas en tal o cual bodega, porque en las empresas, como en las familias, siempre hay cosas que ocultar y, en la medida de lo posible y siempre que se pueda hablar, hay que hacerlo con naturalidad. Eso humaniza a las empresas y de algún pequeño defecto podemos hacer virtud.
Espero haberos dado unas claves para saber si estamos delante de alguien competente, o no, porque no basta con tener conocimientos o aptitudes, si no sabemos llevar a buen término nuestras ideas o si no tenemos el decoro, la ética y las formas necesarias. Esos son los tres saberes, aunque a veces más que saberes nos encontremos con seres. Porque “ser, eres”, que dice mi paisano José Mota, que, por cierto, estudió en mi instituto, en Valdepeñas.
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