El ‘eros’ del vino
Entre tanta liturgia y aspectos relativos al análisis organoléptico de un vino, olvidamos todo lo que de placer nos da un buen sorbo de nuestra bebida báquica, equiparable tan sólo a un plato especial en un restaurante que, dicho sea de paso, tan poco sería lo mismo sin una dosis adecuada de nuestro líquido elemento.
Y permítanme que me siga emocionando al poder compartir una buena botella de vino con alguien especial. O que prefiera una charla animada con amigos en torno a una buena copa de tinto, en lugar de una bebida espirituosa en vaso largo en un local infernal en el que la música alta deja poco espacio a la conversación.
O que siga recordando un buen vino ligado a una situación personal concreta, del mismo modo que cuando somos adolescentes recordamos una canción escuchada en una excursión junto a uno de esos primeros amores, que no se olvidan. Como el perfume de la primera chica que nos gusta, en una atracción dulce y serena que nos acompaña cuando decidimos sumergirnos en el pasado.
Déjenme que beba a sorbos pequeños que me abandone en un día concreto, para olvidar o para no olvidar -que son las mejores ocasiones-; incluso que sea vilipendiado e ignorado por aquellos con los que me encuentro en esta difícil empresa de explicar lo que es la Cultura del Vino y todo lo que encierra. Pero, por favor, no dejéis heridos en el camino y tratad de persuadir a nuestros interlocutores, porque, en caso contrario, los perderemos para siempre.
Explicad en numerosos foros lo que se siente al disfrutar de un buen vino, sin pararnos a hablar de antocianos o polifenoles y utilizar un lenguaje universal en el que todos nos entiendan. Porque todo el mundo sabe el regusto que nos deja un buen café con leche o las frutas con las que sazonamos nuestro día a día, donde el jugo fermentado de las uvas es importante en nuestras vidas como sustancia relajante tras una intensa jornada laboral.
Copiemos a los anglosajones, como he dicho en diferentes columnas, que siempre sacan en sus películas momentos de consumo de vino insospechados, como en una bañera, y dejémonos llevar por este tipo de situaciones que nos evaden del estilo de vida actual, porque, ante todo, el vino es una bebida de marcado carácter social, que hay que disfrutar en compañía. Este aspecto es tan importante como la armonización en forma de alimentos con los que acompañar a un buen vino, siempre en un perfecto equilibrio que no deje en mal lugar ni a la bebida ni a la comida.
Y por qué no: hablemos de la erótica del vino, con catas temáticas que se vienen celebrando o con imágenes que podemos ver en Facebook de modelos masculinos y/o femeninos en la pisa de vino o en poses sugerentes en torno a una copa de vino. Porque no hay nada más romántico que una buena cena a la luz de las velas, algo que se convierte en sublime con una buena referencia de vino para los amantes de este líquido ancestral, mitológico, divino y mundano, que ha de ser lo más parecido a la ambrosía de los dioses.
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.
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