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Una vinoquedada desde dentro

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Lo que no se comunica
Lo que no se comunica

Propagar la cultura del vino debería ser la labor principal de las instituciones y la principal ayuda para captar adeptos para la causa, algo que es lo más parecido a predicar en el desierto.

En mi comentario semanal voy a rescatar unos comentarios de una de sus actividades más llamativas y pioneras: las “Vinoquedadas”.

Hace unos días, tuve la oportunidad de vivir una de estas experiencias desde dentro, al igual que tengo pendiente vivir una “Experiencia Verema”, a la que he sido invitado en varias ocasiones por José Luis Contreras. Con anterioridad, este tipo de eventos solían celebrarse en las propias bodegas, antes de que estuviera incluso de moda el enoturismo. Ahora suelen celebrarse en recintos culturales y en hoteles.

Las sinergias y el aprovechamiento no puede ser mejor. Por la mañana jurado del Concurso de Monovarietales, en el que tuve la suerte de participar; y, por la tarde, “Vinoquedada” con todas las contramuestras de los más de 100 vinos que habían sido valorados por la mañana. Toda una oportunidad para chequear la aceptación de las marcas más puntuadas desde el anonimato y desde las explicaciones que, incansablemente, ofrecía Ernesto Gallud.

El Hotel Ayre Gran Colón es uno de esos establecimientos que tiene amplitud de miras y presta sus instalaciones para esta iniciativa cultural en la que, previo pago de una entrada. La pulsera de la “vinoquedada” te da acceso a los vinos, que se combinan con tapas especiales.

Quizá una de las cosas más enriquecedoras es que suelen coincidir en esta iniciativa algún miembro del jurado, amantes del vino que suelen ser asiduos en estas convocatorias y jóvenes mayores de edad que se acercan con timidez a este mundo que es tan complicado como queramos hacerlo.

De esta forma, a la hora de servir los vinos se suele preguntar por las preferencias o dar algunas pautas más que las que nos dan cuando pedimos un vino en una taberna especializada. Y en ese diálogo se ve al que escucha ojo avizor con ganas de aprender y al que, después de un monólogo, te dice “llena”, algo que denota que sobraba la explicación anterior. Como también puede ocurrir esto último, el espacio temporal de la actividad se reduce a unas dos horas y medias, tiempo tras el cual se retiran las botellas y ya no se sirve más.

A los “postres” es cuando aparecen las fases de “exaltación de la amistad” y empiezan a circular los selfies y a cimentarse las conversaciones mantenidas durante este episodio consagrado a la cultura del vino, que en este caso se amenizó con una actuación en vivo de dos solistas con guitarras que abandonaron el recinto al tiempo que se retiraban las botellas.

Lo cierto es que había medio vivido otra “vinoquedada” celebrada hace año y medio en ese gran centro cultural en el que se ha convertido el Matadero, ubicado en las inmediaciones de lo que ahora se llama Madrid Río. Me parece un evento peculiar, al igual que el sistema de Wine Up ideado por Joaquín Parra en el que se habla del denominado “enoturismo inverso” o de las catas que se realizan desde otras empresas como Entrevinos y que tienen como nudo gordiano abundar en nuestra cultura del vino.

Por mucho que se hable de leves amagos de recuperación de consumo doméstico de vino, hay que insistir en este tipo de acciones, ya sea con niveles de usuario o más elevado, porque de lo que se trata es de captar a los jóvenes en la ingesta moderada de vino como producto social que es. Y me perdonarán, pero el ambiente que se crea en torno a una copa de vino no lo da la Coca Cola u otro tipo de bebidas. Fomentemos el hedonismo, porque, como suele decirse en inglés, “Life is too short to drink bad wines” (La vida es demasiado corta como para beber vinos malos”). Tomemos nota.

 

José Luis Martínez Díaz  
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.

 

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