‘En bebiendo vino…’

Desde muy pequeño me he criado con todo tipo de aforismos, chascarrillos y citas que hacen referencia al vino, cumpliendo el dicho de que “todos los refranes son verdaderos”.
En La Mancha más profunda, esa que se ha empezado a conocer aún más con la impagable labor que realizan personajes como José Mota, siempre hemos hablado con ironía de la relación de la bebida báquica con todo tipo de vivencias.
Cuando alguien renqueaba por algo y se restablecía al momento, le aplicábamos el manido “a misa no voy porque estoy cojo, pero a la taberna voy poquito a poco”. Otra versión incide en eso de “mal por mal, más vale ir a la taberna que al hospital”.
Además, tenemos todo tipo de preceptos religiosos que ponen al vino en un escalón más alto que el agua bendita (“el agua se bendice; el vino se consagra”). El “dale a tus hijos de beber vino de viñas no regadas” nos conmina ya en la propia Biblia a disfrutar de los vinos de calidad. Ya de forma más coloquial, en mi zona suele decirse, metidos en faena, “vino de viñas viejas, que mal me sientas, que mal me dejas”. Sólo faltaría, por tanto, hacer alusión a las ideales parcelas ubicadas en promontorios y en zonas más elevadas para reparar en las condiciones ideales para elaborar vinos de calidad.
El propio refranero ya nos avanza el propio ciclo vegetativo de la vid: “para Santiago y Santa Ana -25 de julio- pintan las uvas y para la Virgen de Agosto -día 15- ya están maduras”. Eso sí, en el centro peninsular, donde la acepción etimológica de la Tempranillo es cierta a pie juntillas. Pese a lo anterior, en muchas zonas se sigue sin empezar a vendimiar hasta que no se le ofrece el primer mosto a la patrona, a pesar del cambio climático y de que las vides no entienden de festividades. Craso error.
Hay otras frases, pese a lo que se suele decir de que no te la den con queso, en las que se combina esta bebida con otros alimentos como “vino y queso saben a beso”, “con buen queso y buen vino, bien se anda el camino” o “aceite y vino bálsamo divino”, que nos retrotraen a épocas quijotescas, donde el bueno de Sancho puede presumir de ser uno de los primeros catadores, aunque en su época se les llamara “mojones”. De ahí su episodio en el que un vino le recordaba a hierro y cordobán (cuero), puesto que en el interior del recipiente había quedado atrapado un llavero.
La exaltación de la amistad, otra de las fases de la embriaguez, no escapa a este tipo de frases. Así, según reza un dicho manchego “más descubren tres cuartillos de vino que diez años de amigo”. Y otras más como “cuida la vid con esmero y doblarás tu dinero”.
No acabaría con todo tipo de citas sobre vino que incluso han ilustrado todos los capítulos de mi libro sobre las bodegas de Valdepeñas (“en Valdepeñas, señores/tengo puesto mi querer/en un pellejo de vino/atado con un cordel”), aunque he de reconocer que una de las que más me gustaron la escuché de la “profe” Mijares, a la que le gusta decir algo así como que “el vino se cría cerca del corazón de la tierra y viene a morir cerca del corazón del hombre”.
En mi caso, que tengo al vino por bandera, tengo una cita hasta en el estado del WhatsApp. Todos aquellos que se interesan sobre si estoy enganchado, o no, pueden leer eso de: “en bebiendo vino y en peyendo fuerte, se le enseñan los cojones a la muerte”
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José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.
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