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Amplitud de miras

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Lo que no se comunica
Lo que no se comunica

En ocasiones no somos conscientes de la trascendencia que tiene lo que escribimos en los foros o la importancia que cobran paulatinamente los blogueros del vino. Y eso hace que te lleves gratas sorpresas.

Tales como que una bodega de Cerdeña te envíe una botella de su marca Muttos de una saca de tan sólo 3.000 unidades de la añada de 2013. En este caso, la cantina Il Grappolo d’Oro comparte con los coautores de Vinumvitis Latino -entre los que me encuentro, junto a Carlos Schörderle, Lorena Justes, Daniel Rosa, Rogelio Ruschel, Luislis Morales, Damián Casas, Julián Labra y Guillermo Bilbao- su nueva creación y queda a la espera de nuestros comentarios.

No hay nada que diga más sobre una bodega que el hecho de que posibilite a los prescriptores, periodistas especializados y amantes del vino en general conocer sus vinos. Dice mucho de ella. Evidentemente, en una tirada tan pequeña sería incluso contraproducente una tormenta de comentarios que pudieran alentar la compra, pero desde luego sí que podemos lograr notoriedad en un vino que, sin ser un hacha en la comercialización, seguro que sólo se vende en las visitas que recibe la bodega.

Y me alegra lo que he comentado arriba, porque alguna vez he visto cómo algunos bodegueros eran capaces de prepararte una buena cata de todos sus vinos, pero no salía de ellos desprenderse de una botella impoluta. Incluso en una ocasión me ofrecieron una botella a la mitad, algo que me recordó a la época en la que empecé a catar vinos de aficionado, a finales de la década de los 90, cuando abríamos y abríamos botellas sin parar y luego teníamos que hacer el reparto para que nuestras madres pudieran cocinar o nuestras familias tomaran vino bueno en los dos días que, más o menos, se conserva una botella en condiciones.

A esos bodegueros carentes de miras, de los que siguen pensando que “el buen paño en el arca se vende solo”, les preguntaría si serían capaces de pagar un envío internacional por mensajería, buscando tan sólo el parecer de un grupo de amantes del vino. Sí es cierto que cada bodega tiene su archivo de periodistas o de prescriptores en general a los que enviar sus novedades. Es algo que se amortiza casi al instante con todos los seguidores que arrastran en redes sociales, que ven al instante los estuches personalizados que reciben, sobre todo en Navidad.

Desde luego, todo está cambiando muy rápido y aquellas bodegas que sepan moverse rápidamente en esta nueva situación llevarán ventaja a la hora de relacionarse con los blogueros, que según el estudio del Observatorio Español del Mercado del Vino (OeMv) suponen cerca de la cuarta parte de prescriptores en el mundo del vino, junto a líderes de opinión y periodistas especializados.

Claro que también digo que es necesario que se controle de alguna forma la actividad de los blogueros para que no sea un “todo vale”. Hace muchos años entendí que era mucho mejor no escribir de algo o alguien que hablar mal, porque, como se suele decir, “no hay mayor desprecio que no aprecio”. Aunque, para entroncar con el titular de la columna de hoy, es mucho mejor tener amplitud de miras y no ir empecinado en una camino oscuro y lento que nos lleva a ir, como dicen en La Mancha, “como las mulas con anteojeras”.

 

 

 

José Luis Martínez Díaz  
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.

 

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