El valor de las denominaciones de origen

El anuncio de Artadi de abandonar la DOC Rioja ha sacado a relucir, de nuevo, el intenso debate sobre la necesidad y/o conveniencia de las denominaciones de origen como sistema normativo básico de los países vitivinícolas tradicionales.
Los que creen que ahora mismo aportan poco valor se quejan de que todo vale, que en el mercado concurren vinos de 2 y de 150 euros con el mismo marchamo de calidad, algo que, según ellos, no es, ni mucho menos, lógico.
Curiosamente, los grandes grupos, incluidos algunos de vinos de calidad, han ido forjando en el tiempo estructuras en las denominaciones de origen más importantes (Rioja, Ribera del Duero, Rueda) para erigirse en proveedores globales y han exportado sus sistemas de gestión y de éxito, aunque ello haya supuesto rechazo frontal de aquellos que se suponen garantes del nombre de cada zona concreta. En el extremo contrario están firmas como “Abadía Retuerta”, que decidió en su día ir por libre y que no forma parte de la DO Ribera del Duero, a pesar de estar en su denominada “milla de oro”.
Lo que sí está claro es que los grandes grupos han hecho que estos no sean ya exclusivamente de la zona en la que nacieron, sino que son un poco de todas en las que están, habiendo gastado bastantes esfuerzos en comunicación para evitar las tiranteces propias de aquellos que van a hacer negocio a una zona que, originariamente, no es la suya. En otros casos han tenido que llegar a acuerdos ventajosos con los viticultores de determinadas comarcas para asegurarse la provisión de uva.
Claro que también hay que entender a aquellos que tratan de hacer algo diferente. Luchan en los almacenes de los distribuidores y en los lineales contra vinos con un determinado sello a un precio infinitamente menor. Del todo vale que decía unas líneas atrás ya parece que hubo cadáveres en la DO Rueda, donde el secretario y varios catadores fueron borrados del mapa -se supone que por no tener manga ancha con partidas importantes de grandes grupos-, algo de lo que se quejaron amargamente desde el principal promotor de esta indicación de calidad: Marqués de Riscal.
Otra antes y después fue la polémica planteada con las ofertas de la cadena Lidl, que fue acusada por varias bodegas muy importantes de nuestro país de vender a un precio inferior al de compra, algo totalmente prohibido por las leyes de competencia.
En mi zona, muchas bodegas han optado por comercializar con la indicación Vino de la Tierra de Castilla para que no sean equiparados con marcas muy comerciales y conocidas. Además, desgraciadamente, en nuestro país, a pesar de que hay cerca de 90 indicaciones geográficas, pecamos en exceso a la hora de vanagloriar tan sólo a 2 ó 3, sobre todo en Hostelería, donde la dictadura de los camareros nos conmina a probar casi siempre “Riojitas” o “Riberitas”, algunos de ellos muy mal elegidos.
Es más, en Castilla-La Mancha, que acapara más de la mitad del viñedo nacional, se rumoreaba que, con el tiempo, carecerían de sentido la decena de denominaciones existentes, primado políticamente a la DO “La Mancha”, a pesar de que es la unidad geopolítica más grande del mundo. El hecho de que las instituciones tenga las arcas caninas hace que sean muchos los que comarcan la mesa y estén abocados a la inanición.
Sea como fuere, los escándalos que han surgido en el seno de diferentes denominaciones de origen, de las que tres fueron condenadas por la Comisión Nacional de la Competencia por pacto de precios en el sector industrial, tampoco ayuda, aunque para ser justos tampoco se escapan los agricultores. En el caso concreto de la DO Valdepeñas, ahora su ex presidente, Francisco Patiño, se enfrenta a una denuncia por la utilización de su cargo para cobrar, presuntamente, una comisión con un laboratorio de análisis sin hacer nada por ello y con su voto favorable en el momento del concurso administrativo. Desde luego, si esto fuera así, ya ha acabado la actividad sindical agraria de este directivo, porque, tal y como dice el lema de la Guardia Civil, “el honor es nuestra principal divisa y, una vez perdido, es imposible recuperarlo”.
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José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.
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