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Perder el norte…

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Lo que no se comunica
Lo que no se comunica

Hace unos 20 años que empecé a reunirme con amigos en torno a caras botellas de vino. Eran tiempos en los que la incipiente Cultura del Vino hacía que los precios se dispararan, al tiempo que crecían innumerables bodegas de las llamadas “del ladrillo”, muchas de las cuales están ahora abandonadas como eriales.

Poníamos en común marcas de zonas que empezaban a sonar, como Somontano, y al final de la cata echábamos mano de la cartera y se nos iban más tarde que pronto mil duros de los de antes, que nada tienen que ver con los 30 euros de ahora, que nada cunden. Además, era un auténtico estropicio de vino, por mucho que nos lleváramos las botellas más que medias a nuestras casas u obsequiábamos a nuestras madres con vinos blancos de moda multivarietales para los fogones. Porque está claro que el vino aguanta lo que aguanta y lo único que lo preserva unos días más es el frío.

Y digo todo esto porque veo a algunos aficionados que empiezan a hacer lo que se hacía por aquel entonces. No se me olvida cuando alguien me dijo que, mal entendido, “el vino puede costar más caro que muchas drogas”, si no ponemos freno a ese afán irrefrenable de querer ir escalando peldaños de vinos de calidad, casi siempre caros.

Está muy bien hacerse con una pequeña bodeguita, comprar una cava o acondicionar una cueva, como la que tengo la suerte de tener en mi casa manchega horadada en la propia tierra; tener referencias de diferentes indicaciones de nuestro país y de los denominados países del “Nuevo Mundo”; poner en común todo ese conocimiento y demás. Pero cuando se trata de colectivos ligados a la Cultura del Vino lamento decirles que de esta forma no “evangelizamos” a más adeptos en el increíble mundo del vino.

Me conozco el paño. Desgraciadamente, las instituciones, las denominaciones de origen y el sector en su conjunto no respaldan muchas actividades y podemos llegar a cansarnos en esta lucha por conseguir más apoyo de la gente en torno a una botella de vino. Pero hemos de simplificar los mensajes, no olvidar nunca de dónde partimos, porque, afortunadamente, en nuestra “piel de toro” hay magníficas indicaciones de calidad prácticamente en todos sus recovecos.

Si no simplificamos, si no hacemos todo más normal, dejando que se acerquen a nuestro lado los potenciales “amantes del vino”, nuestros jóvenes acabarán llevando a las fiestas cervezas para que nadie les critique las botellas que lleva para compartir y sólo nos ayudará a convertirnos en unos frikis del vino, que es un riesgo que hay que asumir.

Además, estamos necesitados de aumentar el consumo de vino, pero no todos los días se puede comer caviar. Y es que a veces no somos conscientes de que, a medida que se catan más vinos, esta acción se puede convertir en más anodina, como decía Peñín hace unos días en prensa. En ocasiones exacerbamos un gusto por determinadas aficiones que a veces nos planteamos si realmente es tan fuerte.

Lo que nunca hay que perder es el norte, porque, como decían los clásicos, “en el medio está la virtud”.

 

 

José Luis Martínez Díaz  
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.

 

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