El Gran Viñedo del Mundo

Recién aterrizado de la Cumbre Internacional del Vino de Toledo, mi presencia allí no ha hecho más que corroborar algunos de los presagios que ya vislumbraba en esta columna de un evento cogido entre alfileres, totalmente político y que juega peligrosamente con un término para Castilla-La Mancha con el apellido de “gran viñedo del mundo”.
Y es que con la energía nuclear se genera electricidad, pero también bombas y, aunque la Cospedal matice eso de que la citada región es ese gran paisaje de viñedos “en extensión y en calidad”, no es bueno jugar con términos ambiguos como “gran”. Tuve la suerte de asistir a conferencias rompedoras como la de Tim Atkin, que es uno de los grandes periodistas anglosajones del mundo del vino, y a otras que me sonaban a más de lo mismo, mientras en los descansos todos íbamos a los stands montados por la decena de Denominaciones de Origen Vinícolas castellano-manchegas, incluidos los pagos de Dehesa del Carrizal, Casa del Blanco, Finca Elez y Martúe. Claro que algunos de estos expositores servían sólo prácticamente para depositar las tazas de café que gentilmente se servían en los descansos, con la sensación de que su presencia estaba comprometida sí o sí. Algunos responsables de stand parecían escondidos en su particular burladero y en otros no había nadie la mayoría del tiempo.
Claro que la maquinaria del Gobierno de Castilla-La Mancha, incluida Castilla-La Mancha Televisión, se pudo en marcha para que este evento tuviera repercusión. Y si que la tuvo, aunque no sé si llegaría en retorno de inversión a los cerca de 700.000 euros que se han destinado a este fin. Aproveché para entrar en la sala de prensa y vi cómo sobraban cerca de 180 de los aproximadamente 200 puestos profesionales que se desplegaron, aunque sí que es cierto que la Cumbre ha servido para que la región estuviera presente en “prime time” en la mayoría de informativos nacional.
La propia televisión regional, que no está como para tirar cohetes, hizo un gran despliegue en directo con conexiones a las ciudades que albergaron actividades, como el caso de Valdepeñas, que acogió un recital de monólogos en la Plaza de España, donde apenas había público. Eso sí en todas las tabernas que secundaron la iniciativa se sirvieron servilletas conmemorativas y se armonizaron convenientemente vinos y tapas de diseño.
Lástima que se hayan querido arrogar el éxito de otras iniciativas como la Feria del Vino de Tarancón o, aprovechando que el Pisuerga pase por Valladolid, se hayan aprovechado del concurso Tempranillos al Mundo. Si todo se hubiera hecho con más previsión, seguramente la Cumbre no hubiera coincidido con un encuentro de “bloggers” en Logroño o la delegación de periodistas internacionales que han visitado la iniciativa regional hubiera sido mucho más numerosa.
Sigo pensando que cualquier evento de prestigio que se precie debe anunciarse con, al menos, un año de antelación, manteniendo actividades como nexo de unión temporal entre ediciones, siguiendo el camino que nos han marcado ferias como FENAVIN, a pesar de que el evento con el que alterna bianualmente –“España Original” no termina de encajar.
Hay que reconocer que la Cumbre ha tenido muchos aspectos positivos, aunque lo normal hubiera sido dotarla de un contenido mucho mayor, casi reducido a las conferencias impartidas, al contrario de lo que suelen ser las ferias sectoriales, donde las “Jornadas Técnicas” son un accesorio y nunca la parte principal, para no hacer sombra.
Además, ha tenido aspecto reivindicativo sobre las posibilidades de comercialización de los vinos españoles en el mercado exterior, aunque siempre desde el prisma castellano-manchego, donde conviven diferentes modelos, vinos y profesionales, porque hay de todo, como en botica.
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