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Inteligencia Emocional

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Ahora que muchos programas de televisión han hecho que entren en escena profesionales como los “coach” o comunicadores que ayudan a las empresas a solventar situaciones de crisis y a trabajar mejor en equipo, me surge el concepto de inteligencia emocional. Este es un aspecto en el que hay que trabajar en numerosas bodegas, debido a sus fuertes remi

En muchas bodegas el carácter familiar es un valor añadido importantísimo, aunque, en un mundo tan profesionalizado como en el que nos movemos, es muy importante saber gestionar esta “inteligencia emocional” en nuestro trato con subordinados, a la hora de comunicar decisiones incómodas (reestructuraciones, despidos, etc.) o, simplemente, órdenes. El ser miembro de una saga bodeguera puede hacer que nos persuadamos lo suficiente y que las maniobras se realicen por “cojonometría”.

Y esta situación puede ser mucho más incómoda cuando hemos fichado a altos directivos para acompañar en la última fase de formación a los futuros máximos responsables de nuestras bodegas y, a pesar de que, en la actualidad, la inmensa totalidad de las familias bodegueras han sobrecualificado a sus hijos, tanto en conocimientos como en idiomas.

Es también muy común que el trato, para lo bueno y para lo malo, sea demasiado familiar y, por mucho aprecio que nos tengan o realicemos bien nuestro trabajo, un profesional independiente puede verse abocado a una montaña rusa emocional y de satisfacción o insastisfacción del deber cumplido, porque las “regañinas” suelen ser similares a las que se dan entre padres e hijos, más que las que se deberían dar en una relación laboral.

En un momento dado, es mucho mejor propiciar un encuentro para, entre otras muchas cosas –no todas negativas-, colar algo que no es positivo para la empresa, porque, si no damos alguna zanahoria entre tanto palo, al final las broncas carecerán de sentido lógico y se acabarán viendo como algo normal, a pesar de que ningún trabajador tiene derecho a situaciones sistemáticas de este tipo. Y menos con toda la plantilla enterándose.

En las bodegas familiares, en muchos departamentos se convive con trabajadores que comparten el mismo apellido que la saga y, al margen de compañeros, son propietarios. Esto hace que la relación sea un tanto rara, que hay que llevar de la mejor manera posible, aunque salvando un poco las distancias. Es más, en muchos casos, y es una máxima que he podido contemplar en más de 15 años de experiencia en el sector, los empleados de la familia, sea cual sea su responsabilidad, están sometidos a una presión mucho mayor, que se hace mucho más palpable, al menos de manera formal y de cara a la galería, dado que puede ser muy difícil la convivencia, si no se sabe desconectar entre una situación y otra. Para ello, como he comentado en otros artículos, se crean protocolos familiares y diferentes entes que pueden ser de utilidad, como el Consejo de Familia, más allá de los obligados Consejos de Administración.

De lo que se trata, por tanto, es de motivar, de persuadir, de tratar de ser un jefe justo y de reconocer los logros que se hacen, sin que ello suponga que el capital de una compañía esté bajando la guardia. Y crear, en la medida de lo posible, un clima de cordialidad y de naturalidad, sin llegar al pánico o al miedo por lo que nos puedan decir.

Y, sobre todo, no llevar las situaciones al extremo como se llevarían en una familia, porque, al final, los familiares son familiares y se aguantan todo, pese a las envidias que se crean en las sucesiones y en la distribución de los puestos de máxima responsabilidad cuando conviven más de una generación. Un trabajador puede entender ciertas conductas, pero tenemos que saber valorar los efectos que puede tener nuestra conducta y saber mordernos la lengua. Y, por qué no, pedir perdón, si nos hemos excedido.

Lo ideal sería generar confianza y un clima propicio para trabajar. Lo contrario es llevar al extremo el conocido refrán “El miedo guarda la viña”.

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