Enoturismo en Finca Antigua
A una altura de 900 metros, dejando atrás la planicie de campos de secano que caracteriza sus alrededores, se encuentra Finca Antigua, entre las provincias de Toledo y Cuenca. En lo más alto de sus casi mil hectáreas se encuentra la bodega, de corte vanguardista, y desde donde se puede apreciar una vasta extensión de más de 400 hectáreas de viñedos de límites rectilíneos, flanqueados por lenguas de carrascas, típicas del bosque mediterráneo.
En este paraje, con suelos ricos en carbonato cálcico y temperaturas más bajas durante las noches de verano, se elaboran 11 vinos con los 14 tipos de uva que se cultivan. Destacan sus monovarietales como Finca Antigua Garnacha, Finca Antigua Petit Verdot, Finca Antigua Tempranillo o Finca Antigua Moscatel Naturalmente Dulce. Algo por lo que apostaron desde sus inicios, a finales de los años 90. Pero también realizan otros como Clavis, a partir de la parcela Pico Garbanzo (la única multivarietal), una de las joyas de la bodega.
Cuando la Familia Martínez Bujanda llegó a este terreno manchego, se encontró con 210 hectáreas ya plantadas, de viñedo viejo, al que sumaron 210 nuevas.
Pero en Finca Antigua no sólo se hacen vinos. El enoturismo también es un punto clave dentro de su compromiso con la cultura del vino. Una forma de exprimir al máximo las posibilidades de estos terrenos, además de tener la oportunidad de explicar su filosofía desde la raíz.
Esta actividad comenzó sin una planificación previa, ante la incipiente curiosidad de los turistas de la zona, que deseaban acercarse hasta los puntos de elaboración del vino. A día de hoy, tras cinco años, y con una programación escrupulosa a través de cinco rutas diferentes, el interés por visitar Finca Antigua se traduce en más de 5.000 visitas al año.
En función de la curiosidad, el bolsillo o el tiempo del visitante, se podrá optar por diversas formas de conocer sus viñedos, la bodega y sus vinos, tres puntos clave comunes a todas las visitas.
Los viñedos constituyen toda una explosión de naturaleza, pues están rodeados de bosque mediterráneo, donde las carrascas y los matorrales, además de animales típicos del ecosistema como las perdices, rodean los viñedos que la vista pierde en el horizonte.
Al visitar los viñedos, se puede observar cómo cada una de las parcelas está perfectamente identificada con carteles informativos en los que se especifica el nombre, la altitud, la extensión, año de plantación, el tipo de uva e incluso la localización dentro de la finca.
Otra forma de contemplar este paisaje es desde el imponente marco que ofrece el mirador de la bodega. Ésta, de corte vanguardista, se compone de tres partes: la bodega, realizada en metal; la zona de barricas y las oficinas, en piedra; y en cemento, la zona de embotellado y empaquetado. Todas ellas situadas en forma de ‘u’, rodeando a una balsa de agua. Un diseño que busca la innovación, pero también la eficiencia.
Una vez conocidos los lugares de donde se obtiene el fruto y donde se elabora, sólo queda catar el resultado. Pueden degustarse diferentes vinos de la bodega, a través de una cata comentada, pero también se puede optar por un pequeño almuerzo en la Casona, una casa de arquitectura típica manchega rehabilitada, para conseguir una experiencia completa mientras que se saborean estos vinos con Denominación de Origen La Mancha.
Susana Molina
Periodista
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Texto y Fotos: Susana Molina
Periodista especializada en el sector del vino.
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