¡Ya está bien que a todo se le llame vino!
Dejamos descansar durante una semana el incontrolado mercado de graneles con precios y operaciones variando continuamente, para hablar de una tema que ya he tratado en ocasiones anteriores: los productos que se hacen llamar vino, sin serlo.
Y es que no paro de leer sobre los productos que salen, a los que se le aplica el nombre de vino seguido de casi cualquier cosa. La legislación española define como vino: “alimento natural obtenido exclusivamente por fermentación alcohólica, total o parcial, de uva fresca, estrujada o no, o de mosto de uva” (Ley 24/2003, de 10 de julio, de la Viña y del Vino). Sencilla y clara definición, la verdad es que no hace falta más, el vino es así de sencillo, aunque a veces, nos empeñemos en complicarlo.
A pesar de ello, esta semana he leído al menos dos nuevas “clases” de vino: “vino de té” y “vino de cannabis”. ¡Casi nada! A estos hay que sumarle el “vino de naranja”, “vino azul”, “vino de frutas”, “vino de tomate”… y seguro que me dejo alguno más. Estos productos estarán mejor o peor, no es ese el caso. El problema es que le ponen la denominación de “vino” por delante, y, desde luego, pueden ser cualquier cosa menos vino, si nos atenemos a su definición legal.
No hay ningún tipo de manifestación por parte de las asociaciones o entes oficiales que deberían ser quienes se preocupasen. Aunque esta semana sí ha habido una queja por parte de la Conferencia Española de Consejos Reguladores Vitivinícolas (CECRV).
No obstante, las quejas deberían ser más contundentes y, sobre todo, más efectivas. La queja debería, por lo menos, imposibilitar poner la denominación de “vino” a algo que no lo es, aunque lleve el vino como parte de sus componentes.
Hay mucho listillo aprovechándose del tirón efectivo que tiene en estos momentos el vino como bebida a la que siguen innumerables personas, amantes de esta nuestra bebida. Se nombra así a estas bebidas, simplemente, para vender más y mejor, cuando realmente es un engaño al consumidor.
Esto debería estar perseguido y castigado; prohibido. Quienes primero debería encargarse de ello son los organismos estatales oficiales, autonómicos, etc. Pero también nosotros mismo, los consejos reguladores de las denominaciones de origen, las asociaciones profesionales y sindicatos, que tanto denuncian algunas cosas y tan poco otras.
Estas bebidas pueden ser más o menos buenas, no es malo que tengan entre sus componentes el vino. Tienen un nicho y no me niego a que estén en el mercado y se vendan, como no puede ser de otra manera, pero sean lo que sean, lo que sí está claro es que no son VINO, y deberíamos protestar cada vez que veamos este tipo de engaño o malinterpretación en una botella.
Es curioso: en el caso de que un bodeguero le pusiera algo al vino fuera de lo común, le multarían y le abrirían una sanción. Sin embargo, si por una nueva moda alguien le añade té al vino, o cannabis, puede venderlo sin que le pase absolutamente nada.
Estoy casi seguro de que, si en una bodega encuentran esencia de té, o de cannabis y ven que se la han echado al vino, lo sancionarían y saldría en los periódicos. Son las contradicciones de la vida.
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