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Vino y clima deben ir de la mano

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La mayoría de los ponentes aseveraron que en los últimos años el grado medio del vino en los países más meridionales, ya alto de por sí, ha subido hasta un grado.

La celebración en Barcelona, el pasado viernes, día 10 de junio, de una jornada denominada Wineries for Climate Protection supone para España un antes y un después en uno de los asuntos que más deben preocupar al conjunto del sector, ya que le va en ello la supervivencia con motivo de las amenazas del aumento del CO2 en la atmósfera, de la desertización de parte del planeta, en especial de los países más situados al sur, y del uso irracional de productos fitosanitarios, abonos químicos y limitación de recursos hídricos.

La alarma no es nueva. La celebración de actos por este motivo, tampoco. Pero hasta ahora nunca se había dado en España una convocatoria de este nivel, excepción hecha de las jornadas que hace algunos años celebró también en Barcelona el ahora flamante Master of Wine español Pancho Campo, en las que el controvertido Al Gore, luchador contra el cambio climático que viaja en avión privado para contaminar menos, intervino por videoconferencia y demostró, como no podía ser menos, que tiene más morro que el oso hormiguero en su guerra contra el aumento del CO2 en la atmósfera.

En esta ocasión, ha habido además una clara implicación de Naciones Unidas con el envío al evento del responsable en la lucha contra el cambio climático, figura que recae en el ex presidente chileno Ricardo Lagos. Junto a él se sentaron los empresarios más importantes del sector vitivinícola español con firmas como Vega Sicilia, Miguel Torres, Chivite, Codorniu o Freixenet; representantes de bodegas internacionales como la australiana Penfolds, la californiana Fetzer o la italiana Zonin y profesores de la entidad del australiano Richard Smart, considerado el gurú de la viticultura mundial. Todo ello con el apoyo del nuevo Gobierno de la Generalitat de Catalunya, con el conseller de Agricultura, Ramaderia i Pesca, Josep María Pellegrí, al frente, además de la cúpula empresarial del vino con Félix Solís, presidente de la Federación Española del Vino (FEV), en primera línea.

La situación no es para tomárselo a broma, tal y como expusieron la mayoría de los ponentes, quienes aseveraron que en los últimos años el grado medio del vino en los países más meridionales, ya alto de por sí: España, Portugal, Francia, Italia, Grecia, Australia, Sudáfrica, Argentina y Chile, ha subido hasta un grado. Y no parece que podamos detenernos ahí.

Pablo Álvarez, de la mítica firma Vega Sicilia, recalcó en su intervención que los árboles son una de las armas más poderosas en su lucha contra el cambio climático y recordó que las viñas son el principal bosque de las mil hectáreas de su finca, donde se ubican las 210 hectáreas de cepas, que cuenta además con pinos, sabinas, quejigos y encinas, además de robles y alcornoques, que en el futuro podría utilizarse para el aprovechamiento propio de corchos y barricas.

Ann Thrupp, de Fetzer Vineyard, empresa californiana recientemente adquirida por la multinacional chilena Concha y Toro, resaltó el trabajo que llevan a cabo en Mendocino, la parte alta de la región, con uvas orgánicas y la elaboración de vinos ecológicos y biodinámicos en una empresa con 428 hectáreas, 250 empleados y un paisaje de ensueño. Su lucha contra el cambio climático con el uso de botellas más livianas y la reducción del transporte ha sido vital para la disminución de las emisiones de CO2 y su trabajo de reciclaje y reutilización ha llevado la generación de basura de las 1.724 toneladas de 1990 a las 64 toneladas actuales.

Tanto los productores de champán (Moët Chandon) como de cava (Codorniu y Freixenet) trabajan contra reloj en la búsqueda de una botella a la que rebanar cien gramos o poco más, ya que la presión que deben soportar los envases espumosos hacen realmente difícil una mayor reducción, que sí puede conseguirse en la mayoría de las botellas de vino por muy tops que quieran ser.

En definitiva, una jornada para reflexionar en voz alta sobre los problemas que acechan al sector y que no son ni futuro ni ciencia ficción. Son realidades contra las que hay que luchar cada día y, si como muestra vale un botón, las empresas más importantes están adquiriendo viñas en zonas de altura. Por algo será.

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