¿Vino sin alcohol, tortilla sin huevos, foie gras sin hígado?
La historia no es nueva. De hecho, y a ello se ha referido en varias ocasiones en estas mismas páginas, Javier Sánchez-Migallón, los ingleses vienen hablando desde hace años de vino de zanahoria, los nórdicos comenzaron a fermentar frutos del bosque y hablaban de vino de grosella, arándanos o frambuesa y últimamente algunos españoles comenzaron a hablar del vino de naranja, no confundir con el vino naranja del Condado de Huelva, que sí es vino, generalmente un oloroso aromatizado con cáscaras.
Ahora se habla, sin pudor alguno, de vino sin alcohol por haber sometido el producto a una desalcoholización posterior a su elaboración. Y en no pocas ocasiones te ofrecen como vino una bebida parcialmente fermentada con burbujitas o no, pero con el grado insuficiente para hacerse acreedor a la definición que da de vino la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), máxima autoridad en estas lides.
Pues bien, todas estas bebidas refrescantes y divertidas pueden ser apreciadas, disfrutadas, alabadas o criticadas, pero todas tienen algo en común, una definición clara y rotunda. No son vino, aunque lo pretendan, lo camuflen, lo pregonen y quieran darnos gato por liebre. Son simplemente, otra cosa. En el caso de las fermentaciones de otras frutas porque el vino se hace con uva, ni siquiera con polvos como piensan algunos, exactamente igual que la tortilla se hace con huevos y el foie gras con hígado de oca o pato.
La parte más discutible de este artículo sería la referida al vino sin alcohol, un producto pensado probablemente para aquellos consumidores que, por mor de su religión o por algún tipo de enfermedad, no deben tomar alcohol. Para ello se recurre a una técnica de desalcoholización de un vino, elaborado como es lógico mediante fermentación y con la graduación que las uvas otorgan a su proceso. Los bodegueros aluden a que al ser un producto elaborado mediante fermentación de uvas, al que posteriormente se resta el alcohol, es un vino en toda su extensión. Con las normas de la OIV permítanme dudarlo.
No me parece mal que se desalcoholice el vino si con ello las bodegas logran un nuevo nicho de mercado. Tampoco me parecen mal esas otras bebidas refrescantes, frizzantes y divertidas, con burbujas o sin ellas, y con condimentos varios, que tienen su público. Pero, a mi entender, no son vino ni deberían llamarse así. Y es que al César, lo que es del César. Y al vino, lo que es del vino.
Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
También te puede interesar
Suscribirse
Reciba nuestras noticias en su email